Bajo el título “Lo que España necesitaría” el notario Juan-José López Burniol, publicó ayer jueves en La Vanguardia una receta, presentada por él mismo como atrevida y nueva, cuando sólo es rancia y clasista, puro pujolismo blanqueado por contraste con la obscenidad supremacista del procés.
Notario de profesión, pretende levantar acta parapetado tras la falsa neutralidad del sentido común. Sí, ese sentido común, que como sostenía Descartes, es el mejor repartido del mundo porque nadie considera carecer de él.
Al grano. Dado que considera inviable la actual España asediada por un catalanismo irredento, aboga por un pacto de Estado que otorgue a Cataluña la condición de nación, y le ceda en exclusividad las competencias identitarias (lengua, enseñanza y cultura), además de limitar su aportación al fondo de solidaridad y una Agenda Tributaria compartida.
A sabiendas de que el órdago se las trae, barrunta ufano al final de su artículo que algunos lectores lo tomarán por ingenuo o loco. Pero no se crean que lo dice por convertir a más de la mitad de ciudadanos catalanes en rehenes del clasismo catalanista, no, lo dice porque se le antoja demasiado atrevido proponer un pacto de Estado donde se pongan de acuerdo la derecha y la izquierda españolas.
Este notario de mil cargos en la Cataluña nacionalista del PSC y CiU, mimado por TV3 y todos los medios adictos al catalanismo, autor entre otras hazañas del editorial conjunto publicado en 2010 por doce cabeceras de periódicos contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto del 2006, es el típico equidistante exquisito, que para no pasar por colaborador del régimen, alardea de neutral, pero siempre acaba colaborando con él. Está tan acostumbrado a vivir en esa atmósfera donde flotan desapercibidos los derechos de millones de catalanes a los que parece no tomar como tales, que ni los considera.
No señor Burniol, usted no es ni ingenuo ni un loco de atar, sólo un clasista de tomo y lomo que nos toma al 55% de ciudadanos de Cataluña como meras chachas, población transitoria sin cultura ni lengua, a reciclar, simple ganado servil a disposición de los amos de la masía, cuya existencia se agota en amoldarse a la identidad verdadera.
¡Váyase usted al carajo! Se entere o no, sea usted ingenuo o simple negrero, yo y millones de ciudadanos como yo, antes de tener identidad, tenemos derechos, antes de hablar ésta o la otra lengua, nos debemos al bien común refrendado por leyes democráticas, antes que catalanes o extremeños, tenemos obligaciones, no privilegios, antes que catalanes con derechos históricos, somos ciudadanos libres e iguales a resguardo de esa antigualla del Antiguo Régimen, antes que nacionalistas de aquí o de allá, somos personas, no residuos de la inmigración o catalanes imperfectos a merced de esa manada de catalanistas con ínfulas supremacistas que nos quieren reducir a meros súbditos en nombre de su delirio nacional.
Sr. Juan-José López Burniol, aunque no se considere así, usted no es mejor que esos buenos padres de familias blancas de la Alabama de mitad del siglo pasado que se opusieron a la integración de niños afroamericanos en escuelas reservadas únicamente para blancos.
Si la lucha por los Derechos Civiles logró acabar con la ley local que lo permitía, pretende usted ahora, crear espacios de impunidad legal para seguir con la exclusión de los derechos lingüísticos, blindar el adoctrinamiento escolar o justificar privilegios económicos respecto al resto de españoles. No señor Burniol, nadie es más que nadie ante la ley por mucho que el delirio nacional “apriete” para justificar la discriminación.
Nuestro Estado de Derecho garantiza a todos, por encima de sus ínfulas clasistas, leyes iguales, se opongan cien o cien mil, provoquen altercados o infundan miedo, amenacen con romper la solidaridad de la nación, o al Estado entero. Lo que España no necesita, son propuestas como las suyas, porque en realidad, solo son chantajes emocionales envueltos, cómo no, en el sonsonete manoseado del diálogo.
Si quiere una república bananera a plazos, váyase a Waterloo, pero déjenos en paz, los afroamericanos catalanes del S.XXI le han de recordar, que, porque cientos de miles como usted ocupen los palacios y vayan de dignos, no son mejores que los blancos aseados de aquella pesadilla de Alabama mientras no comprendan que mis hijos tienen exactamente los mismos derechos lingüísticos que los suyos. Por nombrar una de sus cacicadas.
Por Antonio Robles
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