
Junts per Catalunya, la formación destinada a heredar el neopujolismo, está destinada a ocupar un papel cada vez más residual en la política catalana. Entre los proyectos ‘catalanistas’ que intentan recoger los restos de la deriva convergente, y el auge de ERC, esta formación tiende a la irrelevancia.
Si Pedro Sánchez se atrevió a llamar durante la pasada investidura “inútiles parlamentarios” a los diputados ex convergentes en el Congreso, es porque es así.
En las últimas elecciones generales y municipales Esquerra Republicana ganó en Cataluña. A Carles Puigdemont le quedó el triste consuelo de ganar las europeas.
Triste papel para la antigua fuerza hegemónica en Cataluña, que gracias a personajes como Laura Borràs o Miriam Nogueras raya la irrelevancia en el parlamento nacional.
Esquerra se siente ganadora, quiere que se convoquen elecciones autonómicas en Cataluña lo antes posible y quiere ser la fuerza decisiva en Madrid. Tanto para reforzar su poder en la Generalitat, como para poder negociar gestos que facilite el retorno a la vida política de sus dirigentes encarcelados, como para intentar evitar que otros acaben entre rejas.
De ahí que Gabriel Rufíán esté moderando su perfil, para intentar atraer nuevos votos a una ERC que apuesta por el pragmatismo teórico. O sea, discursos de nivel más bajo, mientras siguen con su programa máximo: la independencia. A medio plazo, pero no renuncian a ella.
Comentario editorial de elCatalán.es
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