El Espanyol es el único club de élite que ha podido resistir al imperio culé y el sueño húmedo de muchos de ellos es que desaparezcamos y que nuestro lugar sea ocupado por un equipo más amable que se limite a ser un satélite del Barça. Y ahí estaba el Girona para recoger ese guante.
Pero por mucho que el Girona de manera puntual pueda superarnos en la clasificación no tiene ni tendrá jamás ni el peso, ni la importancia social, que tenemos nosotros. El Girona tiene un grupo muy reducido de fieles de verdad y una mayoría de aficionados oportunistas que solo se suben al carro mientras no moleste al Barça y se vea un fútbol aceptable. Pero lo de aguantar año tras año por mucho que se pierdan partidos y se baje a Segunda división sin rendirnos y sin caer en el desaliento eso es cosa perica.
Estando en Segunda más que duplicábamos a la masa social del Girona. De hecho teníamos más abonados que el Barça en su exilio en el Olímpico. Lo del Espanyol es un milagro que pocos pueden entender. Por eso hemos sobrevivido durante 125 años, y lo que nos queda. Este año tenemos la satisfacción que el Girona no pudo con nosotros en su feudo y estamos por encima en la tabla.
Ya veremos como acaba la cosa, pero reconozco que mi objetivo este año es que el Espanyol tenga una temporada tranquila y los gerundenses vuelvan a su categoría natural, la Segunda División. No será fácil, pero por velas a Santa Rita no quedará. También me gustaría que el Barça no ganara la Liga y que nosotros ganáramos la Copa del Rey – este último deseo es mi gran esperanza para el 2026 -, pero eso necesita algo más que velas. Tendré que comprar unos cuantos millares de panales para conseguir la cera necesaria.
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