Los ataques a las sedes de los partidos constitucionalistas en Cataluña ya no son noticia, porque en los últimos meses no hay semana en la que un par de locales sufran algún tipo de agresión. En una democracia sana el respeto a las ideas de los demás ciudadanos constituye uno de sus baluartes, lo que permite un gran consenso social alrededor de un sistema político.
No se puede permitir que un hecho que debería ser excepcional, y muy perseguido, como el asalto a las sedes de los partidos, se esté convirtiendo en una mala costumbre. Urge que las autoridades se tomen en serio que no se puede permitir este tipo de prácticas, porque se empieza pintando una fachada o rompiendo un cristal y se acaba yendo a la “caza” del constitucionalista para darle “una lección” por ser “malos catalanes”. Cataluña no puede convertirse en el Far West.
La sede de Cornellà de Ciudadanos ayer sufrió su cuarto ataque en pocos meses. Pero es que la sede naranja en L’Hospitalet de Llobregat supera la media docena en los últimos años. Y los locales del PP, Cs y PSC que han sufrido ‘visitas’ de radicales ya son legión. Una democracia madura no puede permitir estos hechos vandálicos.
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