La ex alcaldesa de Barcelona, y activista en busca de destino, Ada Colau y su heroica flotilla de la libertad parece más un crucero de estudiantes de viaje de paso del ecuador que unos héroes progresistas dispuestos a poner sus cuerpos para defender a todos esos niños palestinos que, según ellos y la propaganda de Hamas, se mueren de hambre mientras Netanyahu se bebe su sangre.
La guerra en Gaza es un tema demasiado complejo para dejarlo en manos de estos propagandistas que se han ido de crucero vacacional con la excusa de Gaza. El propósito de Ada Colau de reforzar su perfil internacional se ha topado con un aluvión de reproches por la falta de coherencia entre el discurso de sacrificio y la realidad de las escapadas festivas a lugares de ocio como las discotecas de Menorca por parte de algunos de los integrantes de la flotilla.
Los organizadores de la flotilla han intentado minimizar la polémica asegurando que se trata de “pausas necesarias”. Pero las imágenes de noches de ocio contrastan con la narrativa resistencia que había servido de motor para captar apoyos. Toda su épica ha quedado en nada ante la realidad de unos pijoprogres en busca de nuevas experiencias con las que llenar su vacío existencial.
La credibilidad del proyecto ha quedado hundida por la caradura y el postureo de muchos de sus integrantes. Que Pedro Sánchez haya mandado un barco de la Armada para protegerlos es un derroche inexplicable de recursos públicos que solo se entiende en la utilización de la Guerra en Gaza como cortina de humo para tapar los escándalos de presunta corrupción de su familia y del PSOE.
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