La victoria por la mínima de Esquerra Republicana sobre Carles Puigdemont en las elecciones autonómicas de 2021 fue un duro golpe para la neoconvergencia más consciente de su tradición e historia, la de ser el auténtico partido del poder en Cataluña. Y su traumática salida del Govern fue otro duro golpe en una formación poco acostumbrada a no detentar el poder autonómico.
Jordi Turull, el secretario general de Junts, y el sector más pragmático de la formación — tan fanáticos como el resto de separatistas, eso hemos de tenerlo claro — saben que si pierden las elecciones municipales de mayo de 2023 ante ERC por goleada el cambio de ciclo dentro del nacionalismo catalán será irreversible durante décadas.
De ahí que parte de Junts intente no cerrarse puertas para no regalar a Oriol Junqueras la hegemonía política durante un largo período. Por esta razón, sus dirigentes más pragmáticos están dispuestos a reeditar pactos con los socialistas como el de la Diputación de Barcelona. Pero el PSC está instalado en intentar conseguir mayorías sin el concurso de los separatistas, y esperará a ver los resultado de los comicios antes de mover ficha.
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