Uno, que es fan del programa radiofónico La Vida Moderna desde hace años, está siendo testigo de la decadencia de uno de los espacios de humor más importantes del panorama audiovisual español en la última década. Me enganché a mitad de la quinta temporada, y los he visto todos desde entonces, y a ratos voy repasando los de años anteriores.
Entristece ver el lento declive, que es reconocido públicamente por los tres hacedores del programa (Ignatius Farray, David Broncano y Héctor de Miguel), de un programa que me ha hecho reír tanto y que poco a poco va agonizando, como si se tratara de un familiar muy querido al que duele ver así. Pero al mismo tiempo, no puedes dejar de acompañarle, aunque ya sepas que el final inevitable llegará más pronto que tarde.
Desde hace un par de años, tras la patochada de «vamos a dejar el programa a mitad de temporada si nos baja el EGM» hay días que me cuesta acabar el programa, y otros que me pregunto porque narices lo he hecho y no me he puesto uno de los que todavía no he visto de la tercera o cuarta temporada (soy tan psicópata del espacio que voy apuntado en un excel los que ya he visionado, para no dejarme ni uno). Eso sí, en las últimas semanas parece que iban a remontar, hasta que llegó la última crisis de salud del gran Farray.
A menudo me cabreo porque no comparto algunos de los postulados ideológicos de los tres, pero me dura cinco minutos, hasta la siguiente genialidad de Farray. Hace ya tiempo que decidí que les perdonaría todo lo que no me gustara oír, porque Ignatius es como un chamán o, mejor dicho, es mi chamán. Lo es tanto que he seguido su ejemplo y me he comprado sus dos libros y, por supuesto, no los he leído — para los no habituales, Farray presume de gastarse dinero en obras que nunca lee, y lo hace porque se siente bien dejándose el dinero en ellas –. Por eso, para mí, La Vida Moderna no es el programa de Broncano, Ignatius y De Miguel, sino el de Ignatius, Broncano y De Miguel.
Nunca les había visto en directo, y como quise evitar lo que me pasó con Luis Aguilé — tuve la oportunidad de verlo una noche en directo hace unos años, gratis y cerca de mi casa, en el último momento me dio pereza y dije «ya pagaré en la próxima y lo veo», y se murió a los pocos meses y nunca pude rendirle ese homenaje de aplaudirle en vivo — decidí no demorar más mi cita con ellos en directo ir al Palau Sant Jordi dentro de la gira de La Vida Moderna Live Show de esta temporada.
Está siendo una gira corta para los cánones de la legión de fans que tienen, pero me temo que entre la repleta agenda de Broncano, la situación post-pandemia y el delicado estado de salud de Ignatius, la cosa no daba para más. Dentro de una temporada llena de altibajos, sobre todo por los problemas de salud mental de Farray que se han agravado en los últimos meses — no relataré más, porque los fans del programa ya los han escuchado de viva voz del protagonista, que los ha contado con detalle — no podía faltar un incidente de última hora.
La actuación del Palau Sant Jordi, prevista para el sábado 19 de marzo, se aplazó una hora antes del inicio porque a Farray le dio un ataque de ansiedad mientras viajaba en el AVE hacia Barcelona. Pidieron disculpas, se comprometieron a resarcir a los espectadores, y cumplieron. Cinco días después, el jueves 24, actuaron ante unas cuatro mil personas. En otra pieza os daré más detalles de mi visión del show.
Lo que sí quiero adelantar que hubo un cierto clima de despedida, de fin de etapa, tanto por parte de los tres ‘pachachos’ que estaban sobre el escenario, como por parte del público, que parecía que íbamos a desear lo mejor a tres amigos que nos iban a dejar muy pronto. Nada sabemos sobre si La Vida Moderna seguirá en la SER una temporada más, y si su producto más genuino, La Vida Moderna Live Show volverá a girar. La vuelta de público al estudio de la SER está haciendo renacer al espacio, que poco a poco recobra las buenas vibraciones. Pero la sensación que uno tiene que Broncano y De Miguel ya están pensando en otras cosas, no hay quien me la quite de la cabeza.
Lo que sí tengo claro es que los tres no van a enterrar en el lodo el que ha sido un proyecto inolvidable. Si el programa remonta, es muy posible que le den fin para que tenga un entierro digno. Pero, si la cosa fuera a peor, no os extrañe que, en vez de mandarlo todo a freír espárragos, continúen una temporada más. A pesar de todos los problemas de este año, y de la irregularidad, sigue siendo uno de los podcasts más escuchados de España. Dudo que la SER dé por acabado un proyecto de éxito si Farray, De Miguel y, sobre todo, Broncano, quisieran un año más para darle un final digno a un espacio que ha significado mucho para el humor español contemporáneo.
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