El papelón que debe hacerse en muchas ocasiones a lo largo de la vida puede dejar marca en tu fuero interno si eres una persona cabal y responsable. Esto sirve para los que son conscientes de la necesidad de darle a los pies para que se mueva el troncomóvil, sin confiar en que el movimiento o porvenir te caerá del cielo por ser de la familia, de la camarilla o ejercer como pelota de turno.
Pero, aunque se pueda dudar de que quede marca a nivel personal, dado que no todos tenemos valores y principios como vemos a diario en la órbita del decadente poder troglodita, no cabe duda de que desde la perspectiva social un impresentable queda señalado de por vida, como sucede con el vocero tuercebotas al que va dedicado mi escrito.
En este sentido, el pasado fin de semana fuimos testigos de la última bufonada del cromañón pucelano, un personaje que siempre debe tener la última palabra, pero que ha demostrado ser incapaz de hacer bien su trabajo de mantenimiento de los pedregales para no dejarse la planta de los pies al empujar los troncomóviles de alta velocidad. Este personaje, necesario en toda corte de mandangas y palmeros, ha asumido con astucia su rol de bufón palanganero. Su único objetivo es labrar en la roca los mensajes que doran la píldora al jefe, a la vez que socavan la imagen del único sapiens válido que les queda en la caverna.
El resiliente manchego, que debe coger aire antes de someterse al juicio de los suyos en el nido putrefacto de la bestia, no tiene problemas a la hora de manifestar sin tapujos los costes que supone la deriva y el desprestigio ocasionado por el comportamiento mafioso de los que han llegado de las profundidades de la cueva a la cúpula del asentamiento. Su desgaste personal es mayúsculo y, visto el grado de degradación, él y los viejos sabios que ya han colgado las sandalias pero que tienen una opinión relevante y solvente en el clan, deberían poner en práctica una salida honrosa.
Quizás sea el momento de evaluar la posibilidad de saltarse la disciplina y fomentar un cónclave alternativo, dado que por las buenas ya se ha visto que ganan los barrigas llenas colocados a dedo. Parece lógico pensar que, siendo el único ganador en su tribu, no se merece ni debe seguir soportando los abucheos de los que considera compañeros, cuando lo que pretende es sanear y evitar el riesgo previsible de final de su estirpe por estar en manos del maligno.
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