Se acabó queridos lectores. Alcanzado el clímax del pasado 21 de diciembre de un año que se fue, la sociedad en general, la que hace sufrir y la que sufre, se declaró en tregua para sobrellevar las celebraciones navideñas e intentar que las fiestas fueran de concordia y paz, pero todo concluye y entramos en un enero convulso como nunca en Cataluña con dolores irradiados a toda España y Europa.
Aunque algunos sectores, los de siempre, se han dedicado a recordarnos que su matraca continúa y su delirio no mejora viendo al ya por todos conocido payaso de Bruselas y a algunas personas respondiendo de sus actos violentos preventivamente en prisión, se han podido disfrutar las ilusiones de los peques que con las emociones de los padres cohesionan como nunca el cariño y la convivencia familiar.
Parece también que la economía ha concedido un respiro, ha mejorado el mercado laboral y se ha notado una tímida alegría en el gasto entre sectores tan fundamentales como el comercial y los servicios, lo cual contribuye a mejorar la peligrosa inestabilidad sufrida con el efecto balsámico que todo ello representa para la sociedad.
Las redes sociales han recuperado un cierto buen humor con mensajes de convivencia y concordia y, tan solo de nuevo sectores marginales envenenados o personas infectadas por el virus del odio, han enturbiado el ambiente con insultos y amenazas como quién necesita escupir toxinas para liberarse de su propia infección.
También ha dado mucho de sí el concepto socio-geográfico-político de Tabarnia que ha provocado riadas de opiniones, comentarios, manifiestos y adhesiones, irónicos unos y serios los otros, en relación a las posibles secesiones territoriales en Cataluña. Ello de por sí indica por un lado que nuestro agonizante sentido del humor vive todavía y por otra parte que la gente pide a gritos soluciones por el camino de la democracia y la generosidad para alejar de nuestras pesadillas los meses que nos han obligado a sufrir el equipo político habitual.
Se van ahora apagando las luces de la fiesta cediendo el paso a la actividad cotidiana de colegios, trabajo y horarios para la gran mayoría mientras que para unos pocos se abre de nuevo el escenario de la perversidad, el desacato y la desobediencia al marco legal utilizando todo tipo de instrumentos para el continuo adoctrinamiento y engaño.
Como ciudadano creo que debo seguir defendiendo mi país ante tamañas agresiones e intentos de destrucción y debo reclamar de los partidos políticos en su diversidad que alcancen acuerdos para sacarnos de éste túnel que, de seguir así, acabará con todos los logros alcanzados por el esfuerzo de mejora en el desarrollo y la convivencia de los últimos cuarenta años de virtudes democráticas.
Mariano Gomá
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