Estas últimas semanas estamos asistiendo a un espectáculo preocupante en el mundo constitucionalista en Cataluña.
En la jerga militar se denomina fuego amigo o fuego aliado a los disparos provenientes del propio bando. Este tipo de incidentes suelen estar producidos por errores, casi siempre humanos, debidos normalmente a fallos en la identificación del objetivo.
Si imperara la paz y el amor en la sociedad catalana actual podríamos catalogar de errores o fallos en la identificación del objetivo, pero la realidad parece ser otra.
Lo de cierto diario digital ha sido escandaloso pero también hemos asistido a críticas despiadadas a asociaciones constitucionalistas o desconvocatorias fantasma de actos de apoyo a personas o entidades acosadas.
En todo ello podría subyacer una afectación neurológica ante el visionado masivo de series conspiratorias de las plataformas Netflix o HBO.
Todo en un contexto surrealista donde el poder público autonómico y local, el sistema educativo, el sistema de seguridad pública y protección civil, los medios de comunicación y una parte importante del tejido asociativo pertenecen al sector ideológico opuesto y con acceso a inacabables recursos económicos.
La batalla de la comunicación ideológica se está desarrollando en otros países occidentales con réplicas y diques de contención asociativos sin apoyos oficiales ni solidarios.
En nuestro caso concreto los riesgos son graves: expedientes disciplinarios ideológicos que dejan sin sueldo a tu familia, dificultades en la promoción profesional, presiones laborales diarias, exposición pública y vejatoria por parte de coincidentes laborales de ideología opuesta, pérdida de calidad de vida profesional y personal, judicialización económica de los conflictos en el ámbito laboral, afectación anímica a tu entorno personal, etc…
Debería ser prioritario dejar las referencias televisivas conspiratorias ideadas por guionistas extranjeros y apelar a los ideales que nos convirtieron en un Imperio poderoso porque sacarnos los defectos, minusvalorar los méritos ajenos, criticar que algo queda y pactar con el diablo para mantener el poder temporal llevamos décadas haciéndolo.
Si no cambiamos el rumbo nadie se salvará del tsunami ideológico que quieren repetir.
Por David Hernández. Presidente de Politeia
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