Gracias a los sediciosos de ERC, Junts y la CUP, cuyo intento de privarnos de nuestros derechos cívicos fue abortado por Felipe VI en su magnífico discurso del 3 de octubre de 2017, el Rey tiene el apoyo incondicional de muchos españoles.
Su inolvidable “no estáis solos”, en un momento de profunda desazón cuando parecía que podían ganar, nos reconfortó a muchos y nos dio esperanza. Además, fue el principal acicate para que un millón de ciudadanos llenáramos las calles del centro de Barcelona, de manera cívica y festiva, blandiendo con orgullo la bandera nacional, el 8 y el 29 de octubre.
El discurso del 3 de octubre cambió la historia de Cataluña, de ahí que el separatismo haya decidido que la Casa Real es su gran adversario. Por eso toca, por convicción y por estrategia, defenderla a capa y espada para garantizar que España siga siendo un país democrático que se rige por una Constitución que fue apoyada masivamente por los españoles, y no un Estado fallido dividido en taifas regidas por clanes supremacistas que se reparten el botín y consideran a buena parte de sus habitantes como catalanes o vascos de segunda división.
O, directamente, les niegan tal condición para considerarlos ‘apátridas’ o, lo que es lo mismo en su cosmovisión pseudoracista, ‘españolazos’. Recordemos que la invitación a coger las maletas y largarnos de Cataluña es de las primeras cosas que te suelta un separatista cuando le llevas la contraria.
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