Cataluña vive bajo una dictadura desde hace décadas. Aquí la democracia hace tiempo que fue fagocitada por el separatismo y bajo el amparo del silencio de la mayoría. Toda dictadura se impone a través de la violencia, por lo que la agresividad en Cataluña supone un elemento cotidiano. Ahora lo estamos viendo con el asunto de Canet y esa petición de un mísero 25% de castellano, pero no se trata de un caso aislado ni será el último. No hace falta exigir el cumplimiento de una sentencia, puedes ser concejal del PP en Cataluña y que tu hija reciba la misma presión y violencia en el colegio, como el caso de Jaime Gelada, el concejal trabucado, cuando su hija fue acosada por las decisiones políticas de su padre que solamente iban en busca del cumplimiento de la ley.
El asunto de Canet de Mar y el acoso y derribo a un niño de cinco años y su familia solamente por pedir el 25 % de castellano en el colegio es una muestra más de la agresividad del separatismo que nunca, repito nunca, ha sido un movimiento pacífico ni cultural, y ejemplos tenemos muchísimos. No desean nada más que eliminar todo aquello, y a todos aquellos, que pretenda ir en contra de la dictadura lingüística y lo ejercen vía señalamiento para coaccionar a todos aquellos que puedan tener ideas sospechosas. El señalamiento es propio de totalitarismos. Ocultar las verdaderas intenciones del aniquilamiento por medio de falsos conceptos, también.
La construcción nacional catalana se ha basado principalmente en la lengua, como elemento exclusivo, distintivo e identificativo, porque las justificaciones históricas no se sostienen, puesto que el devenir de Cataluña no puede entenderse sin su pertenencia a España, y no desde tiempos de los Reyes Católicos, no, sino ya desde esa provincia Tarraconense de la Hispania Romana o esa Barcelona, varias veces capital del primer proyecto hispánico de los visigodos. La lengua, por tanto, es el elemento primordial para construir la identidad catalana, creando una frontera ficticia con el resto de España, convirtiéndose en una herramienta indispensable que han convertido en proyectil de guerra. Todo con un único objetivo: eliminar todo atisbo de hispanidad en Cataluña, representado por la lengua castellana, para poder sostener su idea de nación catalana con la finalidad de construir un estado totalitario del que se beneficiarían solamente unos pocos, como sucede ahora.
Y esa eliminación se ejerce por medio de la violencia, con presiones y acoso a familias que solicitan un poco más de castellano, con ostracismo social, con el miedo a ser relegados de la sociedad, con silencios, con vacío en el colegio, los amigos y los padres de los compañeros, situaciones que en pueblos se viven muchísimo peor que en una ciudad. Y les da igual que sea a través de acosar a familias, niños o adolescentes, les da igual que sea por defender unos derechos que se están vulnerando, les da igual, deben castigar a todo aquel que vaya en contra de la patria lingüística.
Y toda esta coacción pública, arropada por el gobierno autonómico, para defender la inmersión lingüística la justifican con un falso enfoque pedagógico, asegurando que este modelo de escuela catalana contribuye a la cohesión social, a la igualdad de oportunidades y a la normalización del uso del catalán, acusando a todos aquellos que van en contra de instrumentalizar políticamente la educación y la lengua, y sacando, evidentemente, el victimismo propio del nacionalismo porque aseguran que el catalán vive amenazado y su situación es crítica.
¿Qué cohesión social puede haber cuando por la lengua se acosa al compañero de aula? ¿Qué igualdad de oportunidades hay en aprender solamente una lengua que termina en la franja ilerdense? ¿Qué progreso social hay en eliminar del modelo educativo el aprendizaje de la segunda lengua más hablada en el mundo? ¿Qué tipo de instrumentalización política es exigir el cumplimiento de la ley, algo que debería preservar cualquier gobierno? ¿Qué crítica situación vive el catalán cuando puedes vivir las 24 horas en catalán: televisión pública con varios canales, colegios, universidades, lengua oficial de las administraciones, de los grandes almacenes, de la propaganda pública y privada, museos, cultura, transportes…? ¿Qué sociedad democrática impide escolarizar en la lengua oficial del país? ¿Qué sociedad tolerante acosa a quien pide un miserable 25% de castellano en las aulas? ¿Cómo se llama un gobierno que se jacta de incumplir sentencias judiciales? ¿Qué modelo de éxito convierte a todas las generaciones en peones de un régimen lingüístico sin opciones a la lengua común? ¿Qué modelo de éxito es imponer una lengua en las aulas sin respetar los derechos lingüísticos?
Si aspiráramos al verdadero conocimiento y a una mentalidad cosmopolita, deberíamos aplicar el porcentaje en función de la riqueza de la lengua y de su importancia global porque no todas han sido relevantes como trasmisoras de cultura a lo largo de los siglos. Bilingüismo hace referencia a dos lenguas, lo que no lleva implícito, en términos de aprendizaje, que sea el 50% cada una.
La escola catalana está catalogada como modelo de éxito. En realidad, sí, supone un modelo de éxito, el éxito de la violencia hacia el que piensa diferente, del totalitarismo identitario, de la coacción social desde la infancia, de la limitación de oportunidades, del sectarismo y de la división, de lo antipedagógico. Un modelo de éxito que ha conseguido imponerse gracias al silencio de la mayoría por ese miedo a ser señalados, pero sobre todo a que nuestros hijos sean señalados.
Y es a través de ese último miedo, que disimulamos nuestra cobardía, pero no terminaremos con esta violencia hasta que no enseñemos a nuestros hijos a ser ciudadanos responsables, lo que no solamente se limita a depositar el voto cuando toca, sino que consiste en enseñarles a defender sus derechos como ciudadanos, a exigir el cumplimiento de la ley frente a gobiernos totalitarios, así como la defensa de la libertad y la democracia. Por eso, la valentía de la familia de Canet y de su hijo, como la de tantas otras familias que por esta u otra razón han sufrido el acoso del separatismo son el ejemplo para que la otra parte de la sociedad, la callada, despierte de una vez y tenga la valentía de defender la democracia, la libertad y la convivencia en Cataluña. El silencio solamente hace cómplices.
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