Una vez más, el gremio del artisteo subvencionado ha salido en bloque a defender al “su sanchidad”. Cineastas, músicos, actores y demás figurantes de la oficialidad cultural oficial han firmado un panfleto político de acatamiento y sumisión, en defensa del actual Presidente del Gobiernoy en ataque directo a jueces, medios de comunicación y, cómo no, a la “derecha”, ese saco donde cabe todo lo que no aplaude al régimen.
No hay sorpresa. Los mismos de siempre, los eternos subvencionados, alzan la voz cuando hay que proteger el chiringuito. Callaron cuando Sánchez indultó a golpistas, cuando pactó con herederos del terrorismo, cuando dinamitó la separación de poderes, cuando blindó la corrupción de su partido. Pero ahora se revuelven porque la Justicia está muy cerca de la dermis presidencial y la de su entorno.
No es un manifiesto por la libertad. Es una pataleta por el privilegio. Lo firman aquellos que llevan décadas viviendo del dinero público, de premios amañados, de cuotas ideológicas, de festivales vacíos con financiación millonaria. Lo firman quienes han convertido la cultura en un cortijo, en una herramienta de propaganda y censura, en una farsa que sólo aplaude si el guion lo escribe la Moncloa.
¿Qué han dicho estos artistas del secuestro institucional? Nada. ¿Qué han opinado del pacto con Bildu? Silencio. ¿Qué han denunciado del ataque indiscriminado a algunos contra jueces, de la manipulación del CIS, de los ataques al Rey o de la degradación educativa hasta el obsceno espectáculo de establecer un apartheid lingüístico? Absolutamente nada. Pero ahora, ante una prensa que incomoda y una Justicia que investiga, se convierten en “defensores de la democracia”.
¿Democracia? No. Están defendiendo sus becas, sus contratos a dedo, su visibilidad en los medios públicos, su paz con el poder. Son mercenarios del sanchismo cultural. No son la voz crítica del arte, sino los bufones del régimen.
Si alguna vez hubo intelectuales comprometidos con la libertad, hoy no están aquí, no han firmado el manifiesto. Aquí hay figuras decadentes, incapaces de crear sin apoyo estatal, voceros de una supuesta izquierda autoritaria que quiere silenciar, reprimir y manipular. No les mueve la justicia, ni la verdad, ni la cultura. Les mueve el miedo a perder la teta pública. Por eso atacan a la derecha: porque temen que alguien apague la música y cierre el telón de esta farsa.
Todos ellos han vivido en la abundancia y ahora se unen a sindicatos que también han dejado de defender los derechos laborales para proceder a inventar soluciones dignas de “13 Rue del Percebe”, baste hablar de los “fijos discontinuos” mientras cantidades enormes de interinos no pueden presentarse a oposiciones porque simplemente no se convocan o porque ya no se premia el esfuerzo de una oposición. Es más rápido apuntar con el dedo y elegir, pero con brújula. El suyo no es un compromiso cultural, es un pacto de supervivencia con el poder. Si cae el régimen, se acaba la función.
En su guerrilla se alinean con sindicatos como UGT y CCOO, convertidos hace tiempo en apéndices del poder político, que ya no representan a los trabajadores sino a sus propias redes clientelares. ¿Qué tienen en común estos artistas con el obrero, el autónomo, el agricultor, el fontanero o el actor que no se vende? Nada. Pero eso sí, pretenden hablar en su nombre mientras viven en un mundo completamente ajeno al esfuerzo y al mérito. Lo peor de todo, hablan de derecha y de izquierda, consiguiendo la confusión total de muchos ciudadanos de a pie, cuando en realidad es algo que no les interesa en absoluto y que tampoco es lo que se dirime en la actualidad política. Lo suyo es la alfombra roja o las giras con las murallas abiertas o cerradas. ¿Qué más da?
Como señaló P. Paolo Pasolini en el poema “Via Giulia”: no hay nada más cómodo que ser un rebelde permitido, un “rebelde” que no molesta, que dice lo que el régimen quiere oír, que ataca a los jueces y a la prensa libre mientras calla ante los abusos del poder.
Berta Romera. Asociación Aixeca’t-Levántate
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