A escasos pasos de la madrileña Plaza Mayor, uno de los rincones más bonitos de la capital, y del Ministerio de Asuntos Exteriores, hay un monumento que conmemora la firma del tratado que sancionaba la entrada de nuestro país en la Unión Europea, el 12 de junio de 1985. También la incorporación, que se produjo el 1 de enero de 1986.
Este monumento a la construcción europea situado en el centro neurálgico de Madrid se ha convertido en una improvisada barra de bar en la que los viandantes que adquieren bocadillos o bebidas en los comercios de los alrededores pueden consumirlos tranquilamente y así ahorrarse unos eurillos y en vez de visitar una de las numerosas tabernas de los alrededores.
Cada uno se busca la vida como puede, que vienen tiempos de poca alegría económica, por mucho optimismo oficial que se viertan desde las tribunas del poder. Y, posiblemente, un monumento que pasa inadvertido para la gran mayoría de la población madrileña, consigue ser útil. No será muy cívico, de hecho es casi reprobable, pero resulta la mar de práctico.
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