Los resultados de las elecciones catalanas de este 14F han traído una sensación de desesperanza al constitucionalismo con la enorme pérdida de escaños sufrida por Ciudadanos y la actual irrelevancia efectiva del PP con sus 3 diputados. A lo que se suma la mayor fragmentación ideológica que supone el alejamiento entre un PSC al alza y la irrupción de Vox en el Parlament. Fragmentación, división y pérdida de fuerza, mientras que el separatismo nos vuelve a superar en escaños y recupera 4 diputados (de 70 a los actuales 74).
Esta visión pasa por alto dos aspectos importantes, como es la victoria, de nuevo, de un partido constitucionalista, que además representa al gobierno central, obviamente desgastado por la pandemia y el desencanto y la irrupción de una fuera política con una oposición tan frontal y completa al separatismo que aboga en su programa por la eliminación de las comunidades autónomas en España, y que alcanza 11 diputados partiendo de cero.
Aunque se disponga de un nuevo y continuista gobierno separatista, no lo van a tener fácil en el Parlament actual, nada fácil. Y menudo panorama a gestionar, con una pandemia que no se le ve fin y una crisis económica de proporciones bíblicas: el hambre y la necesidad nunca han entendido de ideologías.
Pero lo más significativo y que está pasando desapercibido es el enorme desgaste del separatismo. Han perdido nada menos que 718.644 votos (de 2.074.340 en las “elecciones del 155” a 1.360.696 este 2021), que representa casi un 35% de pérdida de electorado, más de un tercio de sus votantes.
En un procés continuo y eterno, cuyo fin es la ansiada independencia, la Ítaca idealizada, el Valhalla de los vikingos, nada más y nada menos que uno de cada tres se han dado de baja. Un camino tan complejo como la independencia, con sus ídolos presos, con una según ellos discriminación del Estado y continuo sometimiento, con una causa de liberación personal y colectiva, más de 700.000 personas han dicho «basta, me quedo en casa».
Se ha comparado el comportamiento separatista con visos de secta: popes, liturgias, fechas, rituales, etc. Y razón hay en causas que conllevan una adscripción emocional, irracional y absoluta a una idea. Estas adscripciones no admiten rupturas, no admiten crítica, no admiten disensión, sólo seguir sumando más y más y perseguir el objetivo como si no hubiese mañana. Toda secta es conocida por sus procesos de alineación mental y por la persecución y difamación del que reniegue de ellos, porque esa es su debilidad. En cuanto su parroquia empieza a debilitarse y se fugan adeptos la desbandada puede ya producirse en cualquier momento. Hay libertad fuera, no es lo que nos prometieron, tenemos dudas. se puede engañar a muchos durante mucho tiempo, pero no a todos indefinidamente.
Y este es el resultado principal de estas elecciones. Ante la disyuntiva de votar y mantener el camino de lucha por la independencia, un tercio de los fieles ha abandonado la causa. Han cometido el mayor “pecado mortal” imaginable, en el día sacrosanto de las elecciones, donde todos ellos tenían el deber de participar de su comunión laica. El “templo” ha quedado vacío. En estos comportamientos colectivos, estudiados desde hace años, las primeras fisuras son síntoma de las siguientes, unas llevan a otras. El separatismo no ha empezado con pequeñas fisuras, si no con una rotura de todas las tuberías a la vez. El barco empieza a hacer agua.
Se formará probablemente un gobierno únicamente separatista, que seguirá repitiendo sus mantras y consignas, utilizando sus medios públicos y el adoctrinamiento educativo, pero que no podrá ofrecer nada nuevo a sus adeptos más que repetición del bucle victimista. Somos todos conscientes que con un exiguo 26% del censo es imposible plantear de nuevo un enfrentamiento social ni emprender vías ilegales como se hizo en el pasado. ¿Qué van a ofrecer a sus aún fieles?
Y la sociedad lo que sufrirá en estos tiempos difíciles son los efectos de una terrible pandemia y una crisis económica sin precedentes. ¿Dónde están las prioridades?
Se abre un nuevo escenario. El procés ha muerto.
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