La pasada semana, unos desconocidos apedrearon la sede de Ciudadanos en Lleida. Tres piedras de considerable tamaño que fueron lanzadas con tanta fuerza como para romper dos ventanas y abrir un boquete en la pared de enfrente.
No es la primera vez que sucede algo así. Tres ataques en lo que va de año. Ocho en dieciocho meses. Trece desde que Ciudadanos tiene sede en nuestra ciudad, Lleida. Unas veces lanzan pintura roja o amarilla, otras hacen pintadas en la fachada, y en ocasiones, como esta última, tiran pedruscos.
Pedruscos que, una vez han pasado los Mossos, son convenientemente fechados y guardados. Y acumulados. Con ellos estamos construyendo nuestro particular monumento de memoria histórica. Nuestro propio muro del odio que levantan los intolerantes.
Un odio que nos profesan algunos nacionalistas fanáticos intolerantes que no soportan que existamos,unos fascistas de manual que pretenden acallarnos a base de piedras, de insultos y de reiterado acoso.
Totalitarios que pretenden meternos miedo en el cuerpo a nosotros y nuestras familias para que dejemos de hacer lo que mejor se nos da: trabajar para los ciudadanos y defender la democracia y el estado de derecho. Defender la libertad y la igualdad de derechos y oportunidades en cada rincón de España.
Dentro y fuera de las instituciones públicas. Con respeto por la pluralidad de opiniones y de ideologías. Con respeto a las personas y a los espacios públicos, que nos pertenecen a todos.
Con todo, hay algo aún peor que estos ataques. Y es la normalización de los mismos. La miríada de comentarios despectivos, banalizando los hechos o directamente acusándonos a las víctimas de provocarlos o realizarlos.
Y digo que es infinitamente peor porque energúmenos capaces de cometer agresiones hay pocos. Pero sin embargo sí hay muchas personas que amparadas en el anonimato de las redes sociales vierten en las mismas sus verdaderos pensamientos. Y lo que desean es acallar todas las voces discrepantes con el nacionalismo.
Y si bien probablemente sean demasiado cobardes como para llevar a cabo estos ataques, se alegran de que se produzcan. Y los justifican, cuando no los alientan directamente.
Estas son las actitudes totalitarias propias del nacionalismo. Esto es fascismo. De manual. Un fascismo que se está instalando en parte de la sociedad catalana que observa cómo los espacios públicos son invadidos por los símbolos ideológicos separatistas y cómo las instituciones han sido fagocitadas por esa misma ideología. Provocando una asfixiante opresión a todo aquel que no comulgue con la misma y que provoca el miedo a significarse en contra, no vaya ser que…
Un fascismo frente al cual debemos plantar cara y más cuando somos servidores públicos. Así que ahí estaremos, peleando y manteniendo principios. Y acumulando las piedras del muro del odio que algunos están creando. Igual hasta podríamos exponerlas en ARCO. Igual.
Ángeles Ribes, portavoz de Cs Lleida
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