Algo falla en el RCD Espanyol cuando, a pesar de tener un presupuesto de media tabla, ha estado recientemente en Segunda división y lleva toda la actual temporada luchando por evitar los tres puestos de descenso.
No es normal que a lo largo de la primera vuelta apenas se haya conseguido solo dos victorias en el RCDE Stadium, y que la sensación de mediocridad y desánimo siga aumentando entre la afición blanquiazul.
El caso RDT, o mejor dicho su pésima gestión a inicios de la presente temporada, es una prueba más de que no se hacen las cosas bien desde los despachos del club perico. Pero podríamos añadir la pérdida de peso social del club, su escasa importancia dentro de la vida social y deportiva del Baix Llobregat — aún siendo una de las entidades de más peso de la comarca –, su falta de ambición deportiva y su continua irrelevancia mediática.
El RCD Espanyol tiene al lado una multinacional deportiva, el Barça, que todo lo oscurece. Pero el predominio deportivo que tiene el club azulgrana en Cataluña no puede servir de excusa. Si en 122 años de existencia no se ha logrado construir una entidad fuerte, es que los problemas internos lo han impedido. Y la culpa no es, exclusivamente, del actual presidente. Hay inercias que aquejan al club desde hace varias décadas.
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