Supongo que al lector de este artículo le sonarán comentarios como “qué extraño que siendo sus padres unos patriotas españoles de los pies a la cabeza, tienen un hijo independentista”, o “qué raro que siendo hijo de militar, ha salido pacifista y comunista”. Este fenómeno de ruptura ideológica de la línea familiar, se ha producido con mucha frecuencia desde los años sesenta hasta nuestros días, y con toda seguridad se va a producir en el futuro. En esta línea podríamos recordar al abuelo de Carles Puigdemont, Francisco Puigdemont Pedrosa, que cuando estalló la guerra civil en 1936, cruzó la frontera francesa para entrar en la zona nacional.
No en vano es importante destacar que Gerona al ser provincia fronteriza, fue la provincia española con más refugiados que huyeron de la zona republicana para pasar al otro bando. Su hijo Xavier Puigdemont Oliveras se automarginó de la política dedicándose únicamente a regentar la panadería de Amer. También tenemos el ejemplo de José Aragonés Montsant, durante veinte años alcalde de Pineda de Mar y uno de los fundadores de Alianza Popular -por cierto muy amigo de mi padre también fundador de Alianza Popular- y su padre Pedro Aragonés Poch, que siguió la línea de empresario textil y hotelero de su antecesor, totalmente alineado con el régimen hasta 1975, pasando luego a ser regidor independiente por CiU en el Ayuntamiento de Pineda en 1991, engrosando la lista de personas que por “conveniencia” se iban a “Convergencia”.
También podríamos mencionar en esta abundante lista al cantante y viticultor Lluis Llach, hijo del carlista José María Llach, que fue combatiente durante la guerra civil y alcalde franquista de Verges entre 1950 y 1963.
Todos estos padres eran personas tremendamente honorables que cuando llegaban a casa, dejaban atrás los temas laborales y sus inquietudes ideológicas, porque solo querían estar con sus hijos y con su mujer para hablar con ellos de temas domésticos y del día a día, como hace cualquier padre. Esos hijos fueron creciendo y cuando llegaron a la universidad durante los años setenta, ochenta y noventa, tenían una mentalidad política totalmente virgen, y allí sufrieron la impregnación marxista y separatista que les inculcaron los profesores y los compañeros de clase, cuyos padres de izquierdas y nacionalistas, sí que habían adoctrinado a sus hijos.
Siempre he tenido el convencimiento de que no hay que adoctrinar a nuestros hijos, porque en aras al principio de libertad ideológica, han de ser ellos los que opten libremente cuando sean mayores en su forma de pensar, pero para evitar este proceso de captación al que se verán sometidos, nuestra obligación como padres es adoctrinarlos para que no nos los adoctrinen otros. La presión medioambiental a la que se ven sometidos nuestros hijos es muy potente, y sobre todo en Cataluña, donde ya en la escuela desde su más tierna infancia se les dice que España es una entidad artificiosa, que se ha impuesto sobre la realidad nacional de Cataluña.
Por ello tenemos que hablar de política con nuestros hijos, llevarlos a partidos de la Selección española, llevarlos a desfiles y a jornadas de puertas abiertas de las Fuerzas Armadas, llevarlos a manifestaciones de partidos políticos o asociaciones constitucionalistas, porque si no hacemos desde que son pequeños, podemos llegar a tener a un separatista o un podemita en casa, que al final acabará menospreciando a sus padres. Yo he visto como un joven de la CUP que despreciaba a sus padres por ser andaluces, y si recurrimos a la historia, en la Unión Soviética no era extraño que hijos denunciasen a sus padres a las autoridades, por ser enemigos del pueblo, a los que no los volvían a ver porque eran ejecutados o enviados a un campo de concentración en Siberia.
Para los que somos creyentes ocurre lo mismo, porque siendo la fe católica un don, es nuestra obligación de padres transmitir ese don a nuestros hijos, otorgándoles los sacramentos como el Bautismo, la Comunión, la Confirmación, llevarlos a misa desde que son pequeños y acompañarlos en la Eucaristía, y enviarlos a las clases parroquiales de catequesis, porque si no lo hacemos se van a tener que enfrentar a un ambiente social materialista y laico que les inducirá a ser ateos.
Nuestra obligación como padres es preservar por la salud y por la higiene física y mental de nuestros hijos, y por ello tenemos que llevarles por la senda correcta, si no queremos tener a unos sectarios excluyentes en casa, que luego nos darán unos nietos que a bien seguro serán como sus padres, que si se habrán preocupado de adoctrinarlos. Como decía Santa Teresa de Jesús, entre lo fácil y lo correcto, hay que hacer siempre lo correcto.
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