Transilvania tiene una embajada en el número 68 de la Vía Julia, la cervecería Conde Drácula a la que los lugareños de esta parte de Nou Barris acuden con ganas para disfrutar de sus afamadas patatas bravas y de los jamones que forman parte de la decoración del local. Su clientela es la de toda la vida, la que celebró aquí las collejas que daban los maestros de escuela nacional, luego los primeros besos con la novia, y ahora lleva a la familia para seguir con la tradición.
Estamos hablando de un bar que nació en la época del Alcalde Porcioles, cuando la Vía Julia estaba sin asfaltar, y cuando enfrente había un huerto con gallinas a los que los clientes de la terraza echaban pan. Joaquín Oliver Gimeno, el fundador de este templo tapero, lo creó en 1972, y la decoración vampírica, con unas curiosas lámparas con la efigie de Drácula, se ha mantenido hasta nuestros días.
Sin desmerecer el nivel de las raciones del local, lo más destacable es el entorno, a medio camino entre las históricas Atracciones Apolo, y la decoración de un film sesentero de la mítica serie B norteamericana. Pocos rincones tan retros y tan fascinantes quedan en una Barcelona volcada en crear bares de diseño aséptico o de falso vintage para hipsters y profesionales liberales en perpetua crisis de los treinta, cuarenta y cincuenta años.
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
Si quieres leer nuestras noticias necesitamos tu apoyo.