Supongo que tanto los constitucionalistas como los independentistas estamos de acuerdo en que los ciudadanos somos seres independientes y libres que nos regimos por una serie de normas, las cuales garantizan la convivencia y el respeto.
Pero si entramos más a fondo, seguro que muchos partidarios de cada bando piensan que sólo ellos poseen la verdad y que los otros están manipulados por los medios, las escuelas o los políticos… Debe de ser francamente muy difícil mirarse al espejo y admitir que te han manipulado o engañado. Que te han mentido durante años o que te han vendido un producto falso. Es mucho mejor, incluso sospechando que el producto es falso, seguir pensando que es verdadero y que a uno no se le engaña tan fácilmente.
A muchos les han vendido la idea de que en una República Catalana todo sería maravilloso y que los problemas heredados, exclusivos del carácter españolista, desaparecerían. Pero, sencillamente, las cosas no funcionan así. Y cuanto más persiguen los independentistas ese sueño, más tiempo pierden para convivir con sus vecinos, amigos y familiares o solucionar sus problemas reales.
Está claro que en España tenemos muchas cosas por mejorar: nuestro modelo productivo está obsoleto en algunos aspectos; tenemos un paro juvenil por las nubes; no somos de los más competitivos del mundo; y nuestro servicio públicos de ayudas tiene muchas carencias.
¿Pero de verdad piensan los independentistas que si se van de España van a conseguir todos estos objetivos antes que los demás? Obviamente, eso es imposible; tendrán los mismos problemas que tiene el Govern a día de hoy, que ha demostrado su incapacidad de gobernar Cataluña y que no tiene nada que ofrecer más allá de su discurso rupturista.
De hecho, el modelo que propugnan los independentistas choca con las políticas aperturistas que reinan hoy en el mundo. Apostar por las tesis de Torra y compañía llevará a muchas personas a la frustración y a la desesperanza. Es una tremenda irresponsabilidad por parte de algunos políticos seguir defendiendo la crispación y el enfrentamiento sabiendo que es un callejón sin salida.
Seguro que algún independentista al leer esto dirá que por qué no les dejamos en paz, que tienen derecho a construir sus sueños. La explicación es muy sencilla. Tal y como empezaba este artículo, nosotros nos regimos por una serie de normas y por un marco de convivencia. Y eso es fundamental que lo garanticemos siempre para todos. Defiendan la opción política que defiendan, las normas tienen cauces para cambiarse; cauces democráticos. Nunca podremos aceptar que la imposición o la violencia verbal o física sean los mecanismos propulsores de ese cambio. Tampoco podemos caer en la trampa del “derecho a decidir” pues, aunque parezca un argumento muy democrático, lleva escondido detrás un tinte de totalitarismo brutal al imponer quiénes son los que pueden decidir y quiénes no.
Hay muchas cuestiones que ya decidieron nuestros padres por nosotros y no deberíamos perder tanto tiempo en cuestionar lo que nos ha dado años de prosperidad y convivencia pacífica. Pensemos cómo mejorar el presente y futuro, siguiendo las reglas del juego, tanto las españolas como las que hemos asumido al formar parte de la Unión Europea.
Pensemos que, mientras debatimos sobre el “terruño” o sobre el purismo de unas razas sobre otras, estamos perdiendo un tiempo valioso para debatir sobre cómo mejorar la calidad de vida a nuestros mayores o garantizar un futuro mejor para nuestros jóvenes.
¡Visca Catalunya y viva España!
Por Cristiano Brown
[campana]
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