En Cataluña se incumple continuamente la ley y la Constitución. Siempre es conveniente repetirlo en voz alta porque la costumbre hace el hábito. Desde hace muchos años el gobierno de la Generalitat está en una permanente desobediencia, antes incluso del golpe de Estado de 2017, con la aquiescencia de todos, absolutamente todos, los Gobiernos de España. El silencio es siempre cómplice.
Centrándonos en el ámbito educativo, puesto que hablar de todos los incumplimientos del gobierno regional nos llevaría unas cuantas páginas, se están vulnerando sistemáticamente derechos. Desde el mismo momento en el que se prohíbe el derecho de usar el castellano en las aulas, en el recreo, en los exámenes, en los libros de texto… se vulneran derechos. Desde el momento en el que los alumnos están coaccionados por utilizar el catalán en las aulas, en lugar de ofrecer un espacio de libertad, se vulneran derechos.
Desde el momento en el que los padres no tenemos derecho a elegir la lengua de la educación de nuestros hijos, se vulneran derechos. Desde el momento en el que toda la comunicación de un centro es en catalán, se vulneran derechos. Desde el momento en el que no tienes opción de que tu hijo tenga ni una asignatura en castellano, se vulneran derechos.
Y ante esta continua violación de derechos, todos los agentes educativos se ponen de perfil, lo que supone en sí una aprobación de todas estas vulneraciones, aunque sea a través de una postura difuminada, puesto que la desobediencia está castigada en Cataluña. Si todos saliéramos a defender nuestras libertades, ¿qué ocurriría? Ahora, desde la Generalitat se ha dado otra vuelta de tuerca como consecuencia de la sentencia del mísero 25%: “el català com a llengua pròpia, llengua normalment emprada, llengua vehicular i d’aprenentatge i llengua d’ús normal en l’acollida de l’alumnat”, con el beneplácito, casi, del partido que está en el Gobierno.
Aquí todo el mundo calla, padres, profesores, centros… Nos hemos acostumbrado a vivir sin libertad, puesto que la coacción ha surtido efecto, salirse del rebaño siempre está penado, y la repetición constante de mantras educativos tales como cohesión social, integración, la lengua como cultura, conocimiento de lenguas, el catalán agonizando… sirven de argumentario a la ya irreflexiva sociedad.
A esto se añade la mentira de que un alumno en Cataluña termina Bachillerato dominando las dos lenguas, ¿están seguros de esto? Basta con darse una vuelta por Cataluña para verlo, sin necesidad de informes. Pero todo son supuestas justificaciones que no pueden justificar la dictadura lingüística implantada en Cataluña desde hace tres décadas. Estamos hablando de derechos y ley.
Un 155 permanente
No se trata de una cuestión cultural, nada de eso, ni del conocimiento, pues si así fuera velarían más por el contenido educativo y su excelencia. No. Se trata de la construcción nacional por medio de una dictadura (en este caso solamente hablamos de la lingüística) con el objetivo de crear una verdadera frontera con el resto de España y que cada año salgan hornadas de jóvenes adoctrinados con unas limitaciones lingüísticas que les impida salir de las fronteras de la Comunidad, puesto que los niños que viven las 24 horas del día en catalán sería milagroso que dominaran el castellano con menos de un 25%.
Ese es el principal objetivo: la construcción de esa frontera lingüística y emocional, para que, en unos años, pocos, haya tantas diferencias entre los nuevos catalanes (los adoctrinados monolingües) y el resto de España que la relación natural se pierda, que hayan olvidado, porque nunca lo conocieron, las raíces españolas de las tierras catalanas.
¿Qué integración va a tener el alumno educado solamente en catalán, si quiere salir de los límites de Cataluña? ¿Qué cohesión social habrá con cualquier alumno que pretenda estudiar en universidades de fuera de Cataluña, si apenas escribe bien en castellano? ¿Qué beneficio cultural es ignorar, teniendo la oportunidad, por supuesto la obligación, el castellano, lengua hablada por muchos millones de personas?
Los catalanes aguantamos, y financiamos con nuestro dinero y del resto de españoles, la continua vulneración de nuestros derechos y la permanente desobediencia del gobierno autonómico. Nuestros hijos ven limitados sus derechos, pues no son los mismos que los del resto de españoles en cuanto a libertad lingüística. Se ha permitido y se permite esta burla continuada del poder político a sus ciudadanos, a nosotros, a los catalanes que deseamos el cumplimiento de la ley.
Y todo esto sucede, década tras década, puesto que aquellos que tienen responsabilidades políticas lo siguen permitiendo. Hace tiempo que se debería haber impedido el atropello de la inmersión y castigado a un Govern en permanente desobediencia. Se debería aplicar en Cataluña un 155 por los siglos de los siglos para que los catalanes pudiéramos recuperar nuestras y derechos arrebatados.
Y sobre adoctrinamiento histórico en los libros de texto, ya hablamos otro día.
Vera Cruz Miranda
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