Siempre digo, cuando me preguntan, que no se deja el periodismo por entrar en política activa. Al contrario: mantener vivo el gusanillo funciona como un saludable contrapeso a la tendencia a mirarse el ombligo. Es como llevar una copa de menos cuando otros llevan una de más. Una señal de alerta que parpadea en lo oscuro.
Pero lo mismo no funciona en sentido inverso. De verdad creo que, para dedicarse al periodismo activo y ejecutivo, hay, si no que dejar la política, sí que ser capaz de reservarla para los ratos libres. No es malo tener ideas. Incluso ideología. Lo malo es que eso comprometa hasta la más remota apariencia de profesionalidad.
Déjenme poner un ejemplo práctico de lo que digo. Este sábado, 16 de abril, la plataforma Els Estels Silenciats, que lleva una ardua lucha para que de verdad se investigue y se conozca qué pasó con los mayores masivamente desaparecidos en las residencias catalanas durante la pandemia, había convocado una concentración en Premià de Mar. Concretamente frente a la residencia actualmente conocida como Vila Clavellina, probablemente porque su nombre anterior, ca n’Amell, es sinónimo de una dejadez especialmente siniestra. Por no hablar directamente de maltrato o hasta de “tortura”, en expresión literal de Lola Muñoz, portavoz de la plataforma.
Yo vi por primera vez en persona a representantes de Els Estels Silenciats la tarde aciaga en el Parlament en que se debatió y se votó la propuesta de Ciutadans y En Comú Podem de crear una comisión parlamentaria de investigación de lo ocurrido en las residencias. Nunca olvidaré aquella tarde, hasta la fecha la más traumática de mi todavía breve carrera como diputada. En la tribuna de invitados, representantes de Els Estels y familiares directos de fallecidos.
En las bancadas un hondo desaliento, una frustración incluso más fuerte de lo normal en estos tiempos procesistas, porque todos sabíamos que la comisión de investigación la iban a tumbar. Porque el PSC se había aliado con Junts y con ERC para tumbarla, y eso les daba una mayoría tan inexpugnable como la que les ha permitido repartirse pasteleramente TV3 y ya verán como también les acaba permitiendo ignorar e humillar a todas las familias que, ahora sí, tenían la esperanza de lograr, no sólo de merecer, un 25 por ciento de clases en español para sus hijos.
Pero hay cosas y cosas. Hay dramas y dramas. Yo será que todavía no tengo el callo suficiente, pero es tan simple como que no me lo podía creer: “¿Es esto el PSC?”, llegué a clamar en mi intervención, atónita de que se pudiese tener el hondo cuajo, la inmensa cara dura, de ir allí, en las barbas de las familias, y dar el cambiazo de una comisión parlamentaria de investigación, que siendo casi nada, es algo -las comparecencias son obligatorias, y las conclusiones pueden escalar a Fiscalía-, por un “grup de treball” que vale para lo mismo que vale el CAC. ¿El CAC de las residencias? ¿Es posible concebir algo más inmoral?
Al final de aquella tristísima votación, en el tendido de invitados cundieron espontáneos gritos de indignación. “La política és una merda!”, recuerdo este grito preciso de una señora, que me sobrecogió. Cuando tímidamente me acerqué a saludarles, temerosa de que me escupieran por representar a un cuerpo como el político, tan desdignificado aquella tarde, mi único consuelo fue que alguien me dijo: “Gracias, tú nos has defendido todo lo que has podido, tú has obrado bien”.
Es verdad que inmediatamente esa señora fue alejada en volandas por representantes de otros partidos políticos, de esos que estás con ellos, o estás contra ellos. Si yo les contara la de individualidades y entidades que en privado te agradecen que seas del único partido que les hace el más mínimo y maldito caso, y luego en público dicen “pero no se vaya a pensar usted que somos de Ciutadans”… Ya, ya. Se comprende. De todos modos ahí estamos y estaremos siempre que pensemos que hay que estar y que hacemos falta.
Por eso mismo Josep Maria Cano, concejal de Ciutadans en Premià de Mar, y quien esto firma decidimos asistir este sábado 16 de abril a la concentración de Els Estels Silenciats a las puertas de la antigua residencia de ca n’Amell. Ellos mismos nos habían informado de la convocatoria, cosa que yo en principio no supe si atribuir a que sólo habían invitado a los partidos que habíamos pedido la comisión de investigación, o si se lo habían dicho a todo el mundo. Da igual porque de todas maneras, tal y como nosotros entendemos el mundo, había que ir.
No sé si habían invitado a todo el mundo -me imagino que sí-, pero en la práctica, como pasa muchas veces con estas cosas, sólo estábamos nosotros. Josep Maria Cano y yo. No negaré que me rompió un poquito el corazón verles, vernos, tan solos. Sobre todo cuando la portavoz de Els Estels, Lola Muñoz, agarró el megáfono y lo puso todo lo más claro y catalino posible: que quieren una comisión parlamentaria de investigación, leches, que no quieren sucedáneos. Por si quedaba alguna duda, otra miembro de la plataforma blandía una pancarta bien explícita: “PSC, ERC i Junts, de què teniu por? Volem una comissió d’investigació!”.
Pues ese y no otro era el sentido de la concentración y del acto: los allí presentes no se habían reunido para meramente honrar a sus ausentes -que también-, sino para exigir claridad y justicia. Justo cuando esta misma semana va a constituirse el descafeinadísimo “grup de treball” impuesto por PSC, ERC y Junts en lugar de esa comisión parlamentaria de investigación que sería lo mínimo decente. Yo hice lo que pude, aparte de estar allí. Cuando Lola Muñoz concluyó su parlamento y ofreció el megáfono a quien quisiera decir algo, pedí permiso para hablar. Y lo utilicé para agradecer que aceptaran políticos allí sin escupirnos a la cara y para prometer el no surrender de Ciutadans en este tema. Por nosotros no va a quedar.
Al ver una unidad móvil de TV3 me dio un vuelco el corazón: ¿pero era posible que se plantearan dar esta noticia? No me lo podía creer cuando vi al cámara y a la redactora, alcachofa en mano, entrevistando a Lola Muñoz por espacio de lo que me parecieron entre 5 y 10 minutos.
Yo había ido sin equipo de prensa y sin nada, de modo que me armé de desparpajo y, al concluir la entrevista a la portavoz de Els Estels, me identifiqué como diputada y les ofrecí mi valoración de todo el asunto. Viendo y doblando mi desparpajo, me dijeron que no les interesaba, porque sólo iban a dar un “off” del tema: es decir, una noticia con imágenes comentadas por una voz en off desde la redacción, sin declaraciones de nadie. “A ella, a la portavoz, tampoco la vamos a sacar”, me dejó claro la redactora. Y yo, con la mandíbula por el suelo: “Entonces, ¿por qué la habéis entrevistado? Respuesta: “Por si acaso”. Yo: “¿Y por si acaso no queréis que os haga yo una valoración”. Ella: “No”.
Debo reconocer que todo esto me rechinó en un doble sentido: no es frecuente, entre colegas de profesión, admitir tan a las claras que llevas la noticia predeterminada desde la redacción, que vas a abstenerte de dar declaraciones esté quien esté, diga lo que diga nadie. Los hay más astutos que te cogen las declaraciones para mantener el suspense informativo hasta el final, así sea para tirar la cinta a la basura en cuanto te des la vuelta. Aún así, yo sé que el periodista elige a quien entrevista, no al revés, con lo cual me di la vuelta sin insistir. Pensaría lo que pensara, pero me abstuve de presionar o de opinar.
Pero cuál no sería mi pasmo al ver el famoso off en el TN migdia. En lo único que no habían mentido era en su promesa de no sacar declaraciones de nadie. Por lo demás… el enfoque de la información no podía ser más tendencioso, por no decir directamente mentiroso. La jugada consistía en estar allí, en sacar imágenes de la concentración, pero desvirtuando totalmente su naturaleza y su significado. Tratando de ignorar toda la carga política que por desgracia aquella concentración tenía que tener, porque el drama tiene un importante y lamentable componente político.
Nada dijeron de que allí se exigió una comisión de investigación, de que allí se pidieron cuentas, pancarta en mano, a los partidos que la bloquean. Que son los mismos que se han repartido TV3. Con tanto descaro que en la crónica se llegaba a decir que els Estels pedían “una comissió oberta” en lugar de una “comissió de la veritat a porta tancada” (sic) que según ellos, según TV3, es lo que va a haber.
Miren, hay tendencias, hay opiniones, hay opiniones tendenciosas y luego están los hechos. Los manipuladores inteligentes se cuidan mucho de mentir. Directamente por lo menos. ¿Cómo se puede calificar de “comissió de la veritat a porta tancada” el infame CAC de las residencias que se va a constituir esta semana, y cuya función no es esclarecer sino minimizar y tapar? Esto es tan opinable como la ley de la gravedad y la manzana de Newton. Esto pasa de la raya de la desinformación. Es intoxicación y es mentira, mentira y mil veces mentira.
Miren, yo sé que nadie es perfecto, tampoco Ciutadans. Pero miedo me da pensar qué pasaría si no lleváramos dieciséis años aquí, con el ojo abierto.
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