Hace medio año, el Parlamento Europeo concedió a esta muchacha el premio Sájarov (célebre científico ruso que reivindicó con coherencia y firmeza los Derechos Humanos) a la libertad de conciencia, compartido con Lamiya Aji Bashar, otra joven yazidí víctima del Estado Islámico. En 2014, los yihadistas saquearon las aldeas del Kurdistán iraquí donde vivían, asesinaron a los hombres y esclavizaron sexualmente a niñas y mujeres. Un verdadero genocidio contra esa milenaria minoría religiosa kurda.
Tras varios intentos de fuga fallidos, cada una de ellas logró finalmente escapar de sus violadores y distintos ‘amos’. Un cautiverio atroz, vidas rotas por un suplicio que siempre las acompañará. Martin Schultz las catalogó de heroínas, orgullo y dignidad de las víctimas de infames martirios. Ahora viven en Alemania. Nadia sostiene la necesidad imperiosa de acabar con el Isis y llevarlos a la justicia penal de la comunidad internacional. Es justo y necesario. ¿Somos conscientes de esta pútrida realidad?
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