Hace ya cinco años del fallecimiento de Eugenio Trías (1942-2013), el filósofo que veía cine y lo contaba dando razón de su pasión de disfrute, que entendía el cine como el arte específico del siglo XXI, un arte de equipo. La funesta manía de pensar es un libro suyo póstumo donde se recogen artículos de prensa que publicó entre 2001 y 2013. Francesc de Carreras ha destacado de su amigo que “le indignaban los necios, los engreídos y los sinvergüenzas”.
En 2005 escribía que desde fuera de Cataluña le preguntaban si el acoso nacionalista podía tener límite, y su respuesta no tenía paliativos: “Debe responderse siempre lo mismo: No”. Tiempo después, ya había un independentismo galopante con un envite burdo, poco realista pero muy concreto.
Eugenio Trías sostenía en 2012 que “durante mucho tiempo, a través de una gran máquina de ingeniería política, el gobierno autonómico de Cataluña fue asentando las bases de un nuevo marco mental”: los principales medios de comunicación, la escuela, los “mapas del tiempo donde las fronteras quedaban fijadas entre los Pirineos y los Monegros, o en el Delta del Ebro”.
Más que nunca apremia la unión para que la sociedad reaccione con decisión. En estas estamos.
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