La escalada verbal del sector más radical del secesionismo conservador, encarnado en personajes como Quim Torra, Carles Puigdemont o, tal y cómo se pudo escuchar este lunes, Toni Castellà, dificulta los intentos del Gobierno de España de reducir la tensión política en Cataluña, que cada día es más insoportable debido a la falta de voluntad del nacionalismo de reconocer sus errores.
Castellà es un personaje menor dentro del nacionalismo, rozando el frikismo. Fue el protagonista de una escisión en Unió Democràtica que solo buscaba debilitar a Duran i Lleida. Por ese ‘trabajito’ ha sido premiado con varias canonjías, y en la actualidad es diputado de Esquerra Republicana en el Parlament.
Para buscar la atención mediática que su partido no tiene, debido a su irrelevancia electoral, este lunes dijo que si no fuera por la Unión Europea el Estado se dedicaría a fusilar a los presos independentistas, tal y como hizo el gobierno franquista con Lluís Companys. Y definió a Pablo Casado y a Albert Rivera como herederos de la dictadura.
El problema es que este tipo de barbaridades no solo salen gratis dentro del secesionismo, sino que además se premian. Recordemos que Quim Torra, autor de varios artículos periodísticas de tono supremacista, es el actual presidente de la Generalitat. Y a pesar de sus continuas salidas de tono, ahí sigue en su puesto.
Mientras el secesionismo no calme su incontinencia declarativa, será imposible rebajar la tensión política en Cataluña. Menos provocaciones y más reconocer sus errores.
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