Todo el ‘show’ que se está montando alrededor del retorno del prófugo Carles Puigdemont demuestra que España como país no se respeta a sí mismo. Que los españoles hayan escogido un Gobierno que no solo chalanea con un presunto delincuente, sino que permite que durante los últimos años haya burlado a la justicia. Pedro Sánchez ha escogido como socios a los golpistas de ERC y Junts, y aceptó negociar en el extranjero con sus fugados.
Tenemos un grave problema como Nación si un prófugo puede tener en jaque a la policía y a la judicatura mientras el Gobierno busca cómo librarle de la cárcel que se ha merecido por dirigir un golpe de Estado a nuestra democracia. Si todo lo que rodea a Puigdemont es un circo, el director de este ‘espectáculo’ es Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno ha permitido un mitin de Puigdemont en pleno centro de Barcelona sin que dos policías subieran y lo detuvieran.
Que Esquerra Republicana, otra formación golpista, haya escenificado delante de la Biblioteca de Cataluña como cierra el pacto con el PSC es patético, porque una ex prófuga – se libró por un error procesal – como Marta Rovira ha sido blanqueada por la número 2 de los socialistas – Luisa Moret -, en un acto que es un insulto a todos los españoles.
Todo lo que pase en los próximos días será responsabilidad de un partido socialista que, con tal de mantener el poder a cualquier precio, es capaz de blanquear desde ex asesinos de ETA a golpistas. En la gran mayoría de actos que han organizado últimamente las entidades separatistas han ido muchas menos personas que las que acudieron la pasada temporada a ver el Espanyol – Alcorcón de Segunda División (16.547 espectadores), lo que sirve como muestra de la escasa capacidad de movilización del separatismo.
Por ejemplo, la manifestación que convocó la ANC el 13 de julio en la plaza de Sant Jaume contra la «rebelión judicial» contra la amnistía reunió a poco más de mil personas (1.500 según la Guardia Urbana del protoseparatista Collboni). Así que ya tenemos un índice: en la concentración para recibir a Puigdemont ha habido menos de 17.000 personas y podemos concluir que los catalanes prefieren ver al Alcorcón en el campo del Espanyol que al prófugo de Waterloo. Por mucho que Sánchez haya revivido a un Junts moribundo.
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