El movimiento independentista catalán lleva años reclamando un referéndum de autodeterminación. Sus simpatizantes se justifican bajo una supuesta pretensión democrática para pedir “que la gente pueda votar sobre el futuro de Cataluña”. Según afirman, solo se puede conocer lo que realmente quieren los catalanes sobre este tema si se les pregunta directamente en una consulta vinculante legalmente. ¿Pero es realmente esta la intención del independentismo? ¿Al secesionismo le preocupa tanto la democracia o lo que realmente quieren es la independencia, sea como sea?
Dolores Agenjo, una de las pocas directoras que se atrevió a no dejar las llaves de su instituto para el 9N, lo tiene claro. La intención del secesionismo no es una mayor democracia ni saber cuántos catalanes quieren la independencia. “Ya hicieron una especie de referéndum el 9N y también se hicieron unas elecciones supuestamente plebiscitarias”. Unas votaciones que dijeron que habían ganado, aunque las fuerzas independentistas no sacaron mayoría en votos. “Aseguraron que proclamarían la independencia, pero, como lo ven imposible”, reconoce Agenjo, “vuelven a demandar un referéndum”. Y es que, como destaca la ex directora, “el independentismo ya sabe qué queremos los catalanes y entiende perfectamente que no tienen la mayoría”, tal como se comprobó en las autonómicas de 2015.
El socialista Joan Ferran va aún más allá y considera que “el referéndum es la trampa que ha utilizado el independentismo para posicionar a sectores de la población a su favor, pero lo que esconde es el deseo de secesión”. Para Ferran, por tanto, el referéndum es solo una excusa para intentar sumar a muchos ciudadanos que realmente no están a favor de la independencia. “Durante mucho tiempo los independentistas han significado tan solo el 20 o 25 por ciento de la población. Con la excusa del derecho a decidir han introducido la sensación de que no les dejan votar”, asegura el socialista catalán. Un discurso democratista tras el que se amparan, según Ferran, “con un solo objetivo real: conseguir la independencia; el referéndum es solo algo instrumental”.
Opina lo mismo el ex diputado del Parlament por Ciutadans Jordi Cañas: “el independentismo lo que quiere es la independencia, solo han utilizado el referéndum para movilizar a más gente”. “ No lo han llamado derecho de autodeterminación”, reconoce Cañas, “porque saben que es mucho más difícil que la gente esté de acuerdo en algo así”. Y es que, ¿acaso alguien puede estar en contra del “derecho a decidir”, como concepto abstracto?
¿Por qué le llaman referéndum si en realidad quieren decir autodeterminación?
El movimiento independentista ha dirigido gran parte de sus esfuerzos, como ya se ha visto, en reclamar un referéndum. Pero, tal como sostienen nuestros testimonios, cabe pensar que tal consulta es solo una excusa. De hecho, así lo reconocen abiertamente ellos mismos, y así aparece escrito en el portal elreferendum.cat, una página web que recoge un manifiesto en favor de “un referéndum oficial y vinculante sobre la independencia en 2017” y que firman ilustres independentistas como el cupaire Antonio Baños, los republicanos Uriel Bertrán y Josep Lluís Carod-Rovira, el ex de Unió Dermocrática de Catalunya Antoni Castellà o el presentador Óscar Dalmau. La frase que preside la pantalla de inicio del portal asegura que “la autodeterminación no solo resolverá si Catalunya tiene que continuar dentro del Estado español, sino que resultará como el reconocimiento de Catalunya como una nación en el mundo”. El referéndum, por tanto, según aseguran en este portal, no es más que el instrumento para que se reconozca una supuesta nacionalidad catalana.
Una trampa al solitario
Pero, ¿a quién engañan realmente? La presidenta de Concordia Cívica y del centro cultural CLAC, la catedrática de Derecho Constitucional Teresa Freixes, cree que “se trata de una trampa de consumo interno”. “Ellos saben perfectamente que no pueden hacer el referéndum, el Tribunal Constitucional les ha avisado hasta cinco veces”, afirma Freixes. “Pero necesitan tener movilizada a su tropa para mantenerlos en tensión; se empecinan”, remarca Freixes, “porque no saben cómo salir de este fracaso”.
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