En términos filosóficos el positivismo es una teoría que sostiene que todo el conocimiento humano se fundamenta en el estudio y en la interpretación de hechos y conclusiones positivas. Sin embargo la palabra «positivilismo» como derivación de positivismo no existe en lengua española, ni en ningún otro idioma. Ciertos atributos o recursos del lenguaje merecen una denominación que los defina, y esto es lo que se pretende con las palabras «positivilismo» o «positivilista», que son vocablos que definen lo que vulgarmente conocemos como «dar gato por liebre», pero con la peculiaridad que el que te da el gato, quiere convencerte que es mejor que la liebre. En definitiva el positlvilismo pretende dar una apariencia positiva a algo que a todas luces es negativo.
Todos los «ismos» son hiperbólicos, y por ello si de la exaltación de lo popular surge el populismo, de la exaltación de lo social surge el socialismo y de la exaltación de lo común surge el comunismo… Entonces de la exaltación de lo supuestamente positivo surge el positivilismo.
Estamos en una época en la que los avances tecnológicos imponen la utilización de nuevos términos, sin embargo el positivilismo hace referencia a una forma de argumentación humana, que se utiliza desde que la especie humana tiene capacidad de comunicarse por medio del lenguaje. El positivilismo se podría definir como aquella argumentación que pretende endulzar un hecho presente o futuro, objetivamente negativo, para que el interlocutor perciba que lo que le va a pasar no es tan malo o es directamente bueno, como por ejemplo cuando un médico le dice a su paciente que tiene un cáncer, pero que le dará la baja médica laboral, y eso le permitirá dedicar mucho más tiempo para su familia.
Evidentemente la persona prefiere no tener la enfermedad, pero de la forma que se la explica el médico, parece que no es tan grave o que incluso, si se deja convencer, que es mejor para él. Lo mismo ocurre con aquella esposa que le dice a su marido que se quiere divorciar, pero que no se preocupe porque eso es bueno para él, porque tendrá más libertad y probablemente encontrará una mujer mejor que ella. Evidentemente ni el primero quiere tener cáncer, ni el segundo quiere que su esposa le abandone, y simplemente interactúan con un médico edulcorante y con una mujer cínica.
Lo mismo ocurre cuando un presidente del Gobierno, para justificar una amnistía que legitima un golpe de Estado contra la democracia, dice que con la amnistía, llamándola por ejemplo Ley de Reconciliación, se solucionará definitivamente el supuesto problema de Cataluña, cohesionando a la sociedad catalana, o cuando el mismo Presidente dice que un referéndum de autodeterminación es una expresión democrática, que unirá a los catalanes con el resto de los españoles, o cuando se proceda a la demolición del Cuartel del Bruc, se diga que la ciudadanía de Barcelona recupera un gran espacio para su disfrute, o cuando se entregue a la Generalitat de Cataluña los edificios del Gobierno Militar de plaza Colón y el Palacio de Capitanía, argumentando que se reubicará a los militares en unos despachos de un moderno edificio acristalado en la Zona Franca, con todos los servicios, y con un descampado delante para que puedan hacer sus actos militares.
De esta forma el interlocutor positivilista o el político socialista pretende justificar lo injustificable, intentando argumentar que lo que pretende hacer es bueno para el pueblo español, por ello el positivilismo es un instrumento útil en manos de políticos para justificar situaciones adversas, o para autojustificarse de sus pésimas decisiones políticas.
El positivilismo es la justificación de lo injustificable, y básicamente se traduce en solapar el veneno. El positivilismo es diferente al engaño, porque el que engaña solo pretende engañar o confundir al engañado, mientras que el positivilista lo que pretende, al margen de engañar a uno o a todos, es engañarse a sí mismo justificando su actitud negativa. Esto es lo que convierte al positivilista en un auténtico malvado, porque el mentiroso o el estafador con su actitud hace que pierda su víctima, pero por lo menos él resulta beneficiado, sin embargo el positivilista consigue que pierdan las dos partes: el médico y la esposa que al final no convencen al paciente y al esposo respectivamente, y el Presidente del Gobierno cuando ve que los golpistas que él mismo los ha convertido en héroes, consiguen sus propósitos, y a final pasará a lo anales de la historia como el Presidente que facturó definitivamente España.
Juan Carlos Segura Just
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