De manera harto frecuente leemos en la prensa que por parte de un gobierno, ya sea nacional, autonómico o municipal, se ha destinado una cierta cantidad de dinero a “publicidad institucional” lo cual no tendría mayor importancia si las cantidades fuesen modestas y el fin el de informar al ciudadano de ayudas o subvenciones a las que acogerse, pero ni las cantidades son modestas ni los objetivos los apuntados antes.
Cada día mientras desayuno leo los titulares de una docena de periódicos digitales para después leer los artículos que me parecen interesantes.
Ha sido este jueves día 3 de febrero cuando después de leer en diferentes periódicos digitales datos que hacían referencia a gastos en publicidad institucional como por ejemplo que el ayuntamiento de Barcelona gastó por ese concepto 9.333.576,81€ en 2020, que los ministerios de Unidas Podemos tienen presupuestados 27,85 millones de euros para publicidad o que el ministerio de Seguridad Social dedicará 4,2 millones de euros a hacer propaganda de sus medidas estrella, ha sido entonces cuando me ha venido a la cabeza el titulo de la película “Por qué lo llaman amor cuando en realidad quieren decir sexo” y automáticamente he pensado lo mismo respecto a ese tipo de publicidad: ¿Por qué lo llaman publicidad institucional cuando quieren decir promoción personal?
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