El arte de hacerse valer políticamente mediante la mentira tiene larga tradición. Ya Maquiavelo le hace al Príncipe el siguiente comentario: “Todos ven lo que parece ser, mas pocos saben lo que eres; y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría, que se escuda tras de la majestad del Estado…”. Después de un año de gobierno social comunista, de Sánchez e Iglesias y de sus socios separatistas y bilduetarras, España parece seguir los mismos pasos que siguió la Venezuela de Hugo Chávez, y se debate aparatosamente entre la ruina, la dictadura y la democracia.
Con su Ley de Memoria Histórica, con la que pretenden reescribir la historia y borrar toda aquello que no les interesa. Con el cuestionamiento y el desmontaje del espíritu de la Transición y de la Constitución de 1978 (que trajo el periodo más largo de democracia y libertad en nuestro país). Con el pretendido control total de la Justicia, hace unos meses nombraron a la exministra socialista Dolores Delgado como Fiscal General y ahora van descaradamente a por los jueces. Con un Gobierno y un presidente sin escrúpulos que se recrea en el fraude y miente compulsivamente (empezando por su tesis doctoral; es el que decía que no podría dormir con un gobierno donde estuviera Pablo Iglesias; el que dijo, hasta cinco veces, que no pactaría nunca con Bildu, ni con los separatistas; el que ha mentido desde el minuto uno en casi todo lo relativo al coronavirus (especialmente en el número de muertos).
Tienen que tapar sus grandes mentiras con constantes maniobras de distracción. Y ahora pretenden instaurar la censura a través de esa especie de orwelliano “Ministerio de la Verdad”, con el que quieren hacer pasar la mentira por verdad y la verdad por mentira, aunque no es algo nuevo, recuerden que el general de la Guardia Civil, Santiago Marín, ya en abril en una rueda de prensa dijo: nuestro trabajo es perseguir los bulos para minimizar el “clima contrario” a la gestión del Gobierno. Con la purga de diversos mandos policiales (como el comisario Nieto González). Con un Gobierno arrodillado ante el separatismo, capaz de votar contra el español, extirpándolo como lengua común y vehicular en la enseñanza. Consintiendo que ahora Hacienda pueda entrar tranquilamente en nuestros domicilios. Con la violación creciente de la Constitución y de muchos derechos fundamentales.
Un Gobierno que se aprovecha de la pandemia para decretar en realidad medidas políticas y cada vez más largos estados de alarma (ahora 6 meses) con los que se hiberna el Parlamento, evitando así todo debate y control. Los que firmaron, de forma abyecta, un manifiesto junto con Bildu y todos los partidos nacionalistas e independentistas “en defensa de la democracia” durante la presentación de la moción de censura de VOX. Un Gobierno mastodóntico (con 23 miembros y miles de asesores) que mientras miles de ciudadanos van a la ruina ellos no son capaces de aplicarse ni una sola medida de austeridad. Un Gobierno que utiliza descaradamente los grandes medios de comunicación como un potente instrumento para la manipulación política y la ocultación de la realidad. Que con su política de hechos consumados, con su propaganda y su habilidad para cambiar el significado de hechos y palabras, ni se molesta ya demasiado en disimular, para qué disimular si aquí casi nadie dice ni mu.
Con sus políticas de tintes cada vez más totalitarios, están cercenar abiertamente nuestra libertad y cabría entonces preguntarse, qué hay de democracia en una sociedad que niega en la práctica la libertad. Sánchez e Iglesias son capaces de cualquier vileza con tal de perpetuarse en el poder y seguir viviendo a cuerpo de rey. Con sus socios están gestando abiertamente una especie de dictadura blanca (que diría Tarradellas) a la que llaman “nueva normalidad” y la fractura de nuestro país.
Que nadie se engañe, con la complicidad de una sociedad cada vez más anestesiada, que según parece no es capaz de pasar factura a unos gobernantes que practican de forma sistemática el fraude, la mentira y la demagogia, y que actúa en el fondo como una sociedad compuesta por autómatas y no por verdaderos ciudadanos libres e iguales, marchamos al trote hacia la implantación del totalitarismo y hacia un alarmante empobrecimiento de nuestro país (aunque no nos muestren las colas del hambre en Cáritas y en los comedores sociales, estas se van alargando sin parar). Iglesias y Sánchez nos quieren conducir a una sociedad subsidiada, como la venezolana, donde se reparta la miseria. El horizonte pues, no puede ser más negro. Así las cosas, el que se sigue engañando es porque se quiere engañar.
Lo que está en juego va más allá de la izquierda y la derecha, lo que están poniendo en jaque es a nuestra nación, la Constitución, la democracia y la libertad . España esté viviendo uno de los momentos más frágiles de su historia y si por nuestro silencio y nuestra cobardía no somos capaces, de crear un gran movimiento cívico que ponga freno a esta terrible deriva, sólo nos quedara el triste consuelo de pensar, bueno tal vez se cumpla el refrán que dice: “no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista”.
Salvador Caamaño Morado
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