Òmnium Cultural, una de las entidades más influyentes del separatismo catalán, está inmersa desde hace años en una intensa operación de blanqueo histórico. En los últimos años, la organización ha tratado de presentarse como compañera de viaje de las luchas obreras y sindicales del tardofranquismo, en un intento de conectar su relato con el movimiento popular que desafió la dictadura en las calles. Sin embargo, los orígenes de Òmnium distan mucho de aquel espíritu combativo que hoy reivindica.
Fundada en 1961, Òmnium nació de la mano de un grupo de empresarios catalanes de la alta burguesía, muchos de ellos vinculados al régimen franquista o beneficiarios directos del modelo económico del momento. Nombres como Fèlix Millet i Maristany, Joan Baptista Cendrós o Lluís Carulla impulsaron la entidad con el objetivo de preservar la cultura catalana, pero siempre desde los círculos de poder económico y social del franquismo. Eran industriales con acceso al régimen, no militantes antifranquistas.
Pese a esa procedencia, Òmnium ha intentado en las últimas décadas reformular su identidad histórica. En su narrativa actual, la entidad se presenta como parte de una “resistencia cultural” que habría ido de la mano de las reivindicaciones obreras de los años 60 y 70. Sin embargo, los registros históricos muestran que aquellas movilizaciones obreras, protagonizadas por miles de trabajadores del cinturón industrial de Barcelona, solían enfrentarse precisamente a los empresarios que financiaban o formaban parte de Òmnium.
Mientras los obreros se organizaban en las Comisiones Obreras y arriesgaban su libertad en huelgas y manifestaciones, buena parte de los dirigentes de Òmnium ocupaban sillones en consejos de administración o participaban en instituciones económicas controladas por el franquismo. La brecha social y política entre ambos mundos era evidente: uno luchaba por mejoras salariales y libertades democráticas; el otro defendía su posición privilegiada en el sistema.
No fue hasta los años 80, con el retorno de la democracia y el auge del nacionalismo catalán institucional, cuando Òmnium comenzó a reinventarse. La entidad pasó de ser un club cultural elitista a una organización de masas con fuerte presencia mediática y política. Este proceso de transformación incluyó una reinterpretación de su pasado: los vínculos empresariales y franquistas se diluyeron en el relato, mientras se reforzaba la imagen de una Òmnium “popular”, “resistente” y “progresista”.
En los últimos años, esa estrategia se ha intensificado. Con el impulso del procés y su papel central en la movilización independentista, Òmnium ha intentado consolidar una identidad basada en la lucha por los “derechos civiles” y la “libertad de los pueblos”. En este contexto, rescatar la conexión simbólica con las luchas obreras de los años 70 permite proyectar una imagen de continuidad histórica que refuerza su legitimidad ante las nuevas generaciones. Un buen ejemplo es su campaña ‘Lluites compartides’ [Luchas compartidas].
Este blanqueamiento obvia que las luchas obreras en Cataluña durante el franquismo fueron, en gran medida, ajenas al nacionalismo catalán de las élites empresariales. Muchos de aquellos trabajadores procedían de otras regiones de España y sus reivindicaciones eran sociales, no identitarias. Vincularlas hoy con Òmnium supone un intento de “reapropiación” de la memoria obrera con fines políticos. En definitiva, la actual narrativa de Òmnium Cultural parece más un ejercicio de marketing ideológico que una revisión histórica honesta.
NOTA DE LA REDACCIÓN: elCatalán.es necesita su apoyo para seguir con nuestra labor de defensa del constitucionalismo catalán y de la unidad de nuestro país frente al separatismo. Si pueden, sea 5, 10, 20 euros o lo que deseen hagan un donativo aquí.
necesita tu apoyo económico para defender la españolidad de Cataluña y la igualdad de todos los españoles ante la ley.
















