En pleno siglo XXI todavía se nos exige a las mujeres que seamos sumisas y obedientes. Resulta paradójico, es cierto, pues muchas mujeres antes ya habían sido “maestras de luz”, luchado por nuestros derechos, aunque parece que todavía no hemos conseguido nada. Pensemos por ejemplo en Hannah Arendt, Aynd Rand o hasta el icono feminista Susan Sontag. Desgraciadamente todavía se nos exige que obedezcamos, que seamos sumisas y sigamos el camino marcado, el supuestamente correcto, se nos cosifica, se nos impide ser libres y pensar por nosotras mismas, se nos sugieren unos cánones estéticos y unas normas de vestimenta, nos infravaloran, nos tratan como si fuéramos el sexo débil, nos impiden decir según qué cosas o defender según que otras, nos discriminan. ¿Lucha feminista?
Sí, en pleno siglo XXI, existe un feminismo adanista, algo rancio y profundamente retrógrado, que forma parte de esa suerte de totalitarismo ideológico que impera en el mundo y que está llevando a las mujeres a siglos pasados. ¡Y es ese feminismo el que nos quiere sumisas, obedientes y calladas!
Nos obligan a ser feministas, de las de ahora, y para más inri una de las portavoces es una persona con una formación menos evidente de la que se le debería reclamar y que presenta un cursus honorum demasiado vinculado al Antiguo Régimen. Nos exigen que seamos obedientes, es decir, feministas y gritemos consignas estilo “el machismo mata”, lo que no es del todo cierto. Nos cosifican, el mismo 8 M, cuando en manada nos obligan a salir. Nos aconsejan que seamos poco femeninas y vayamos con camisetas y pañuelos morados con lo poco favorecedores que son. Nos infravaloran desde el mismo momento en el que necesitamos que nos coloquen por la obligación de unas cuotas y no por nuestros méritos. Nos consideran inferiores cuando nos dan tratos especiales, aunque sea el estúpido lenguaje inclusivo. Nos impiden pensar en libertad, pues si no somos feministas, ya nos hemos salido del sendero de pañuelos morados que es el camino correcto. Nos repiten que si no valemos no es por nuestras capacidades, no, sino que esta anomalía se debe la existencia de un invisible, pero opresivo, techo de cristal que nos lo impide. Nos discriminan por no querer que nos coloquen la etiqueta de “feminista” ni tener la necesidad de reivindicar nada como mujer, más allá de exigir el valor del mérito a todos. Nos callan. Y encima nos dicen que si somos víctimas de violencia física o psicológica es porque somos mujeres, no porque hayamos topado con un psicópata (curiosamente palabra invariable).
La realidad de la mujer en pleno siglo XXI nada tiene que ver con esa que nos quieren hacer “reivindicar”. Me quedo con la definición de feminismo, la primera acepción de la RAE: “El feminismo es el principio de igualdad de derechos del hombre y de la mujer”. Una igualdad de derechos que está perfectamente recogida en el artículo 14 de nuestra Constitución: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Una igualdad que está perfectamente asentada y garantizada en nuestra sociedad desde hace muchísimo tiempo, pues las mujeres no tenemos ningún problema en elegir y decidir nuestra vida. Y creo que así se puede constatar.
La única lucha feminista que deberíamos tener es justamente contra ese feminismo intolerante y rancio que limita derechos y libertades, que va contra las mujeres y que se está colando por todas las rendijas, que es un centro de colocación de la incompetencia a cargo del erario público, que criminaliza al hombre sólo por el hecho de ser hombre, que no es más que una imposición ideológica que se ha hecho obligatoria en las aulas, en los estudios y en todos los ámbitos, que pretende reescribir la Historia y el verdadero papel de la mujer en el pasado, que remarca continuamente, con esa búsqueda de cuotas, de tratos especiales, que somos el sexo débil. Ese feminismo morado que etiqueta, somete y exige.
Por eso, no creo que las mujeres debamos reivindicar nada en las calles y menos con pañuelos morados. Ya lo hacemos cada día solamente por el hecho de vivir a nuestra manera y tomar nuestras propias decisiones. Espero que el 8 M nadie me felicite por ser mujer, así nací. Felicítenme, sólo cuando sea necesario, por haber hecho bien las cosas, no por nada más. Yo reivindico sólo a aquellas mujeres que se presentan al mundo como seres humanos con una brillantez singular y que no abanderan otra causa que la de su propia inteligencia.
NOTA: En estos momentos de crisis y de hundimiento de publicidad, elCatalán.es necesita ayuda para poder seguir con nuestra labor de apoyo al constitucionalismo y de denuncia de los abusos secesionistas. Si pueden, sea 2, 5, 10, 20 euros o lo que deseen hagan un donativo aquí).
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
Si quieres leer nuestras noticias necesitamos tu apoyo.