Este es uno de los eslóganes de nuestros consentidos en estos días de violencia callejera. Tienen la desfachatez de abrir sus manifestaciones con este estandarte y otras melonadas a favor de ese titiritero escapado de un psiquiátrico.
Reparen en la profundidad del eslogan: “Nos habéis enseñado que ser pacíficos es inútil”. Y se quedan tan anchos. Podríamos titular a su vez nosotros: “Cuando un eslogan delata la trastienda totalitaria de sus autores”. Aunque déjenme que afine aún más. Cuando el fin de la argumentación trata de cargarse de razón moral para justificar la inmoralidad de la violencia, estamos ante impostores o ante ignorantes. Yo prefiero calificarlos de consentidos.
Desgraciadamente, detrás de esa incoherencia chusca, no les asiste siquiera ser personas excluidas, explotadas, perseguidas, sin salida, como pueden ser aquellos ciudadanos hambrientos, sin hogar, desesperados, que carecen de los medios mínimos para los suyos y para sí. El tercer mundo está lleno de gente así; incluso el primer mundo ha marginado de una vida digna a ciudadanos que el sistema no ha sabido incorporar a una mínima salubridad económica.
Pero nadie de los que sostienen este eslogan, que rompen, incendian y roban nuestras ciudades pertenecen a ellos. Son hijos consentidos de esta sociedad del bienestar que juegan a revolucionarios sin apostar de verdad a las consecuencias adversas de la revolución. Las reglas violentas con que rompen la ley y agreden a los agentes que la defienden, no la asumen para sí; muy al contrario, recurren al sistema garantista del orden que quieren derrocar para exigir respeto a su integridad física y a su libertad de expresión y acción. Su alma de pijos malcriados, de alumnos perezosos, de hijos consentidos por un sistema que les ha dado todo a cambio de nada, quedan al desnudo cuando montan en cólera porque el policía al que acaban de agredir, utiliza la violencia del Estado para reducirles.
Son unos cobardes, unos niñatos que no asumen su propia doctrina de guerra, y gritan histéricos si le impiden por la fuerza legítima del Estado, ejercer su despotismo. Son tan cursis, que simulan jugársela, cuando en realidad lloran como niños, lo que nunca han sabido defender como adultos, con esfuerzo, estudios y un curro para salir del paso. Porque son eso, parte de una generación de adolescentes consentidos sin límite de edad que aún creen que la vida es un parque temático donde todo es un juego sin consecuencias. Pero les sobra egoísmo para descargar en la sociedad la responsabilidad de sus actos. No son violentos por voluntad propia, sino porque la sociedad les ha obligado a ello. Chantaje emocional, actitud propia de maltratadores.
Me recuerdan a ese niño malcriado tirando de la falda de la madre en la caja del supermercado, pataleando en el suelo porque no le compra la última chuchería del aparador. Sabe el aprieto en que pone a su madre, y aprovecha el momento y el lugar para avergonzarla. Espera que ceda, la chantajea. Y suele salirse con la suya. A ver qué madre le da un guantazo al consentido y le corta de cuajo toda esperanza de salirse con la suya.
El problema lo tenemos los demócratas ante el pataleo de estos adolescentes consentidos. El problema lo tenemos los adultos ante ellos y ante todos esos progres de la farándula inmaduros que suelen alimentar su buena conciencia a costa de explotar la mala conciencia de los que defienden el orden y la ley, señalándoles.
Querido rompeescaparates, si cada vez que tus padres te niegan lo que quieres, o la sociedad no te concede todo lo que exiges, y te rebotas, les pierdes el respeto y lo justificas con violencia para lograrlo, no sólo eres un déspota malcriado, y un delincuente, también estás en camino de justificar cualquier tipo violencia, incluida la eliminación del otro. Todo es cuestión de tiempo y circunstancias. ¿Qué libertad de expresión es esa, que para lograrla, la inculcas? ¿Qué libertad de expresión es esa, cuya máxima es el desprecio al otro y la disculpa para destruir al Estado de Derecho en que se sustenta? ¿Qué libertad es esa, que sólo es la coartada para imponer por la fuerza lo que sois incapaces de lograr mediante la razón?
Qué país más coherente nos está saliendo; el piropo es un delito, y desear la muerte de otro, libertad de expresión. ¡Mándale huevos!
Para los incautos: la nueva cara del fascismo hoy, es el antifascismo.
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