
No se requiere tener estudios específicos para calentar un escaño en el Congreso de los Diputados, tampoco para ocupar una vicepresidencia del Gobierno de España.
Bien se ve lo que estoy diciendo: acabo de leer en la prensa de hoy que una diputada y una vicepresidente (mis estudios no me exhortan a decir “vicepresidenta”), que pertenecen a Sumar (la formación política se llama así; no lo vengo a decir por la cuestión, escolar también, de la aritmética), acaban de descubrir la existencia de racismo y eurocentrismo en los mapamundis escolares y proponen sustituirlos por otros que reeduquen a nuestros niños (y niñas, cabe suponer) en valores como el de la solidaridad y otros.
El asunto es importante (otra “idea chulísima” que, por si fuera poco, ha sido presentada tanto en castellano como en catalán, ¡ojo al dato!); dejemos a un lado la vivienda, el paro, la corrupción, etc. hasta haber resuelto esto porque sustenta en los niños una visión colonial del mundo que no se compadece con el progreso. Está claro que les ha dado por la geografía, y que hemos pasado de la solución pequeña “del río al (Su)mar” a la solución grande, global.

Ocurre que los mapamundis suelen corresponderse con la proyección cartográfica denominada Mercator, que viene usándose desde hace cuatro siglos sobre todo para navegación (marítima y aérea) porque, al ser los meridianos paralelos entre sí, la ruta que une dos puntos cualesquiera los corta siempre con el mismo ángulo; consecuentemente, el rumbo es constante y eso facilita casi todo.
Lo que pasa es que los meridianos terrestres no son realmente rectas paralelas, sino arcos de círculo máximo que convergen en los polos, así es que un mapa Mercator no representa bien la realidad. Pero miren ustedes, sean diputados o no: es imposible que un mapa (superficie plana) represente fielmente la superficie de la Tierra (esférica). Prueben a envolver un balón con un papel sin producir arrugas, o a pelar una naranja y extender la piel sin dejar grietas. Cualquier tipo de proyección (hay muchos) tiene sus pros y sus contras, todo depende del uso que se le vaya a dar.
La proyección Mercator, por lo que vengo diciendo, es más fiel en el ecuador y zonas próximas, porque el cilindro es tangente a él antes de ser desplegado. Las distorsiones son mayores cuanto más nos alejamos de él, y así ocurre que Groenlandia sale enorme, y que coexisten dos Alaskas (una en cada esquina). Podemos protestar de esto si padecemos un sesgo político que no nos deja vivir en paz, y buscarle tantas vueltas woke como queramos… pero el valor de la solidaridad se aprende más eficazmente de otros modos que nada tienen que ver con la representación del área de los países en los que viven quienes indudablemente han de ser objeto de nuestra atención.
Los de África central salen como son, los de un poco más al norte salen un poco mayores (aun así, caben en África como tres Estados Unidos de Norteamérica), las zonas muy norteñas salen exageradamente anchas pero están deshabitadas de potenciales racistas, la mitad sur (el “sur global” que les preocupa) tiene mucha más agua que su simétrica y, por tanto, muchas menos víctimas de racismo de las que estas señoras quieren ver y, por último, el continente que está del todo al sur (la Antártida) se ve “igualitariamente” exagerado, ocupando de un lado a otro del mapa. O sea que, de algún metafórico modo, a la proyección Mercator hay que reconocerle cierto anhelo de justicia en la distribución de sus distorsiones, cosa que no se puede decir de todas las formaciones políticas.
En realidad, estas señoras no han dicho que lo de muy al norte y muy al sur salga más grande de lo que corresponde, sino que estos mapas “reducen el tamaño de los lugares ubicados en el sur del globo, es decir, África y Sudamérica”. Bueno… que se quede aquí esto, tampoco nos vamos a poner exquisitos ahora con el rigor académico.
Puesto que los escolares no tienen que navegar, es verdad que en las aulas podemos utilizar otras proyecciones que se parecen, en las que los meridianos no son rectas paralelas y que dan mayor sensación de redondez planetaria en las esquinas. Pero me da que sería como autoengañarnos; al fin y al cabo, seguiríamos viendo racismo en la diferencia de áreas relativas y, si me apuran, países más alargados en el sentido norte-sur (¿o debería decir sur-norte?), lo que podría hacer pensar en formas fálicas y llevar al machismo sin haber eliminado el racismo; me centraré, pues, en la cuestión de mejorar nuestras escuelas.
¿Eurocentrismo también?, sí, claro. En América suelen utilizarse mapas con ella en el centro, Asia a la izquierda y Europa/África a la derecha. Aquí podríamos hacer lo mismo, o poner en el centro la India, y lo demás donde caiga… Es que hay infinitas posibilidades porque nuestro planeta es redondito (así hay que hablar a los niños que están estudiando y a los mayores que no tienen estudios, para que lo vayan pillando). Otras proyecciones se denominan “polares” porque tienen por centro uno de los polos y su disposición es circular (los meridianos son aquí radios); lo mismo puede hacerse sobre cualquier punto de la Tierra (una proyección polar sobre un punto que no sea ni Polo Norte ni Polo Sur), pero no me atrevo a sugerirlo no sea que a los más egocentristas de mis paisanos, ésos que son tan suyos, les dé ahora por representar casi medio mundo con una polar de éstas centrada en la plaza Mayor de Vic, pongo por caso; lograrían con ello otras distorsiones, igual de enormes pero interesantísimas para ellos por estar lejos de su “melic” (ombligo) geográfico.
Interesantes (por chocantes) resultan también los mapas con orientaciones no habituales, como aquellos en los que se ve, por ejemplo, la costa africana arriba y la andaluza abajo, etc. pero esto lo estamos haciendo ahora constantemente con el GPS y ya sabemos que sirve para sentirnos más a gusto, pero, al fin, no cambia en absoluto la realidad.
La sustitución de unos mapas por otros ha generado (Sumado) entusiasmo entre compañeros de partido; uno de ellos, de Alcorcón, ha dicho que la propuesta terminaría con los últimos resquicios de la dominación colonial de los europeos en el continente africano. Fíjense en el descubrimiento, ¡y nosotros sin haber caído en la cuenta! Como dirían Tip y Coll: “Regardez la gilipolluá”; pues eso…
Pero me parece bien que se pretenda fomentar la solidaridad de los alumnos con las razas que pueblan países a 6.000 kms. de distancia o más, sólo que hacemos poco por evitar el acoso escolar, o sea la insolidaridad con los compañeros de clase que tienen tripita, gafotas o una lengua materna distinta de la que sentimos como propia. Conviene que vayamos a las escuelas, sí, pero no a cambiar los mapas sino a estudiar.
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