El uso de los pinganillos en el Congreso es la máxima demostración del triunfo de la visión separatista de España: no nos consideran una nación, sino una confederación. Y todo ello gracias al PSOE y a Sumar, dos partidos que, teóricamente, no son independentistas.
Si se quiere acabar con España como nación, lo primero es acabar con lo común, y lo más en común que tenemos los españoles es el español. El Congreso, gracias a los pinganillos, se ha convertido en el gran escaparate para dinamitar la unidad nacional: se va arrinconando el idioma común, para ir debilitando a marchas forzadas el país.
Un andaluz, un nacionalista catalán y un nacionalista vasco ya no hablan en el Congreso en la lengua que nos une, sino con traductores, para que la opinión pública vaya aceptando que no somos una nación, sino una especie de confederación fantasmagórica. Justo lo que desean Sumar, Bildu, PNV, ERC, Junts, Compromís y BNG. Y el PSOE, visto lo que han aceptado. Esta erradicación paulatina del español es lo que se está haciendo en Cataluña desde hace décadas, con el entusiasmo absoluto de los socialistas.
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