El lema independentista de «las calles serán siempre nuestras» se cumple porque los mandos políticos de la consejería de Interior de la Generalitat garantizan a los violentos el derecho a ocupar la vía pública a su antojo y protegen a los radicales violentos de los vecinos que piden ejercer su derecho a vivir tranquilos y a moverse libremente por su barrio.
Lo hemos visto durante los disturbios de los ‘amigos’ de Pablo Hasél, Y luego el poderoso aparato mediático separatista quita hierro a los destrozos. Claro, son sus cachorros y siempre buscarán excusas para no criminalizar a sus tropas de choque.
También lo hemos comprobado cuando persiguen a castellanoparlantes, hecho que se ha convertido en una constante en la forma de actuar de sectores muy amplios del independentismo: panaderías, comercios, bares, empresas son acosados en toda Cataluña por no utilizar exclusivamente el catalán o porque un radical se queja de un presunto trato descortés. Luego viene el linchamiento y el intento de hundir el negocio mediante el boicot. Todo bien apoyado por su prensa ‘amiga’.
Cualquier ‘razón’ es válida para marcar el territorio machacando a un pizzero, a un empresario o a cualquiera. Si usted no es separatista hoy se ha librado, pero le acabará tocando porque no toleran la discrepancia y solo toleran la uniformidad lingüística, cultural y política.
Primero se intenta acabar con la reputación del ‘molesto’ que ha osado disentir del separatismo ambiente. Por supuesto, siempre ante la inactividad de nuestro gobierno autonómico, que en su consideración de guardianes de las esencias de una República inexistente, denota cierta pasividad ante estos ataques. Recuerden, unos agitan el árbol y otros recogen las nueces.
El problema es que nos estamos acostumbrando a que el secesionismo, tanto el radical de forma activa, como el gubernamental con su pasividad, vandalice las sedes de los partidos de la oposición, intente hundir los negocios que no son de su agrado, y tenga barra libre para atacar y señalar.
Los radicales secesionistas actúan con total impunidad, patrimonializando unas instituciones que son de todos y amparando a ‘sus’ violentos. Hasta que el separatismo no aprenda que Cataluña es de todos los catalanes, y no solo de los que defienden la independencia, nuestra sociedad seguirá deslizándose hacia el enfrentamiento civil.
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