La visita de Estado del Rey Felipe VI a China esta semana, la primera de su reinado, ha dejado un regusto amargo e incómodo. El Gobierno de Pedro Sánchez ha forzado a la Jefatura del Estado a una peligrosa maniobra de acercamiento. Esta estrategia expone a España como uno de los socios europeos más ingenuos de la dictadura de Pekín.
Es inaceptable el descaro con el que el Ejecutivo socialista antepone el «pragmatismo» económico a la defensa de los valores democráticos. Obligar al Rey a estrechar la mano de Xi Jinping, líder de un régimen criminal que masacra las libertades, es una humillación para la Corona.
Mientras la Comisión Europea, con más o menos acierto, intenta definir a China como «rival sistémico», el PSOE se rinde sin condiciones. El Ministerio de Economía presume de una «interlocución constante». En realidad, esto es una rendición en toda regla. Buscan afianzar sus intereses sin el más mínimo ápice de crítica política.
El dictador Xi Jinping recibió a Sus Majestades con «todos los honores» y calificó la relación como «constructiva». Estos gestos diplomáticos esconden un triunfo estratégico de Pekín. La China comunista ha conseguido que España se desmarque de sus socios europeos.
Felipe VI, en su papel institucional, ha defendido avanzar con «pragmatismo». Sin embargo, esta palabra es la coartada perfecta del Gobierno para evitar tensiones políticas necesarias. Sánchez prefiere mirar hacia otro lado cuando se habla de Derechos Humanos, del Tíbet o de Hong Kong.
La dimensión económica, eje central del viaje, revela la verdadera debilidad de la postura española. China es nuestro primer socio comercial en Asia. No obstante, la relación está marcada por un desequilibrio vergonzoso. Los datos lo confirman sin paliativos. En 2024, el comercio bilateral alcanzó los 53.000 millones de euros. Pero casi 38.000 millones son importaciones chinas. Nuestras exportaciones apenas superan los 15.000 millones.
España no está «ganando presencia en el mayor mercado del mundo», como alardea el PSOE. Estamos simplemente inundando nuestro mercado con productos de una dictadura. Mientras, Pekín se aprovecha de nuestra debilidad y de nuestra falta de dignidad moral.
Este viaje de Estado, impulsado por el cálculo político y la miopía económica del socialismo, es una mancha para nuestra diplomacia. El Ejecutivo de Sánchez ha sacrificado la voz de España en defensa de la democracia global. Lo ha hecho para obtener una muy dudosa ventaja comercial.
El Gobierno debería reconsiderar su acercamiento a regímenes totalitarios. No se puede blanquear a un régimen totalitario usando la imagen de la Corona. La dignidad de España y la defensa de las libertades están por encima de cualquier balanza comercial deficitaria.
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