En estos últimos días, la prensa patria y las redes sociales se han dedicado básicamente a acongojarnos a todos con las mortales olas de calor, con lo llenos que están los chiringuitos pese a todo y, por encima de cualquier otro tema, a darle bola a la mejor y más barata campaña de marketing musical de los últimos tiempos: la de la teta.
Mientras el llamado progrerío se dedicaba a ensalzar el heroico gesto de enseñar pezón, repitiendo machaconamente los graves riesgos de involución de derechos que padecemos las mujeres por el próximo advenimiento de la derechona heteropatriarcal, una buena parte del sector aludido renegaba de la épica mamaria como algo significativo mientras ponían como ejemplo de lo que sí es un riesgo real para la seguridad de las mujeres las trágicas consecuencias de la Ley del Sí es Sí. Ley que no olvidemos fue votada por izquierdas de todo pelaje, derechas separatistas y extremos centros completamente desnortados.
Y mientras estaba el patio entretenido con el teta al aire sí, teta al aire no, otros se dedicaban al juego de la gobernabilidad, las investiduras, y el control del poder. En la primera partida de este juego, se ha constatado una vez más el inmenso fracaso de una derecha temerosa de que la llamen ultra, turbo y extrema y que ha sido incapaz siquiera no ya de lograr la presidencia del Congreso, puesto que estaba claro que los números no les iban a dar, sino de que la derrota no fuera una palmaria y ridícula muestra más de división y de estulticia política. Algo que llevan meses desempeñando con gran esfuerzo y que al final ha dado el fruto que más deseaban los del lado contrario.
Éstos, que manejan el relato con precisión quirúrgica, han convencido a sus votantes que lo adecuado para evitar regresiones democráticas es mercadear con la derechona de Dios y Leyes Viejas, con la de las mordidas del 3 %, con las ultraizquierdas separatistas y herederas de terroristas y con los conglomerados comunistas de modales y propuestas infantiloides. Y se han puesto a jugar al teto. Pero no entre ellos, no… porque aquí, quienes se han agachado son los que han propiciado este desastre, por acción u omisión. Así que cuando les duela por detrás, que no se quejen. Haber mirado a sus espaldas en lugar de embobarse al frente con una teta. O dos.
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