Acabamos de comprobar como, tras las medidas que ha adoptado la Comisión Europea, que este jueves han sido aprobadas prácticamente por unanimidad por el Parlamento Europeo, y las que ya acordó el Banco Central Europeo, la dinámica de los gobiernos constituye una rémora para la Unión Europea. No de todos, afortunadamente, pero sí de algunos, cuya posición pone en entredicho los principales valores de la UE, la solidaridad entre ellos.
Es perfectamente comprensible que Italia y España se hayan “plantado” y exigido que en 10 días, se apruebe un plan común, a propuesta de los 5 Presidentes, para desbloquear la situación. No podemos estar esperando a que la crisis sea profunda en todos los Estados miembros para que se pueda pensar en los fondos Mede o en comenzar a estructurar eso que se ha venido denominando “El Plan Marshall para Europa”. La ciudadanía europea no puede acarrear con las consecuencias de esta crisis y no puede aceptar que unos pocos gobiernos insolidarios bloqueen la toma de decisión en el Consejo.
¿Quieren Alemania y Holanda, Austria, Finlandia y el resto que les dan apoyo, que el euroescepticismo suba como la espuma, incluso en sus propios países? Los eurodiputados alemanes y holandeses, los representantes de la ciudadanía, no comparten la posición de los gobiernos de sus países. Sólo ha sido necesario escucharlos esta mañana en el hemiciclo. La Presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Leyen, nos ha dicho, a los italianos y a los españoles, que “no estamos solos”, que la UE está con nosotros.
¿Quieren estos países que la UE deje de tener sentido, ese sentido que presidió su creación, como fundamento de la paz y el bienestar de la ciudadanía europea? Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial no se había producido una crisis como la actual. No es comparable con la de 2008, fundamentalmente económica. La crisis actual pone en riesgo la salud y la vida de millones de personas, condiciona su futuro.
La ciudadanía toma buena nota de todo esto. Cuando comience, cuando pueda hacerlo, la Conferencia sobre el futuro de Europa, vamos a plantear que es necesario cambiar las reglas del juego. No podemos aceptar que la inmensa mayoría de la población tenga su vida condicionada por el egoísmo de unos pocos Gobiernos que saben que la regla de la unanimidad, es decir, su veto, impone las políticas de unos pocos al resto. Pediremos, desde la sociedad civil, que deje de estar vigente esa regla de la unanimidad y que sea la mayoría cualificada la que se extienda a todas las decisiones que tenga que tomar el Consejo, en todas sus formaciones, incluido el Consejo Europeo.
La UE tiene que dar la talla. La están dando dos de sus Instituciones: El Parlamento y la Comisión. No la está dando el Consejo, es decir, los gobiernos, porque algunos de entre ellos han olvidado los principios fundacionales de la Europa que queremos.
Por Teresa Freixes
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