Irene Baños es una periodista que se ha convertido en acreditado altavoz de las causas medioambientales. Acaba de salir al mercado su libro “Ecoansias” (Ed. Äriel), que contiene en el subtítulo toda una declaración de intenciones: “Si salimos de una crisis, no caigamos en otra…”. O “una obra que desmonta los espejismos de sostenibilidad que nos intentan colar, y reivindicar nuevos hábitos de consumo. No sólo por el planeta, sino por nuestro propio bienestar”. Hace unos años decidió trasladarse a vivir a Colonia (Alemania), donde difunde sus teorías a través del servicio de radiodifusión Deutsche Well. La periodista propone soluciones cotidianas y realizables, frente a la peligrosa destrucción del planeta, que cobran importancia a raíz de la crisis mundial desatada por la pandemia.
¿Por qué el título de “Ecoansias”?
Viene de aquel dicho español de “No comas con ansia”. Los jóvenes sufren hoy mucha ansiedad, que proviene del miedo por el futuro que les aguarda: ¿Qué temperaturas espantosas tendremos que soportar?, se preguntan. Y eso es peligroso porque el miedo paraliza. Con este libro pretendo dar respuestas prácticas y fáciles de entender.
¿Tenemos que trabajar por “el bien del planeta”?
Sí, pero con el añadido de que hacer eso es trabajar por nosotros mismos. Y podemos hacerlo en nuestro entorno, por ejemplo vigilando lo que compramos. Y no se trata sólo de adquirir lo que lleve la etiqueta de “bio” o “ecológico”. Hay que mirar de dónde proviene cada producto.
¿Debemos comer carne?
Todo en su justa medida. No se trata de martirizarnos si comemos un chuletón. El abanico de alternativas para conseguir una alimentación menos dañina para el planeta, y para nosotros mismo, es amplio y complejo. La carne de res es la peor, y la mejor la de ave. Escribo en el libro que uno se puede preguntar por si debe dejar de comer carne, mientras ve a los ricos del planeta viajando en avión privado.
En “Ecoansias”, ¿aborda las causa del Covid-19?
Es que existe un paralelismo entre esas causas, y las del cambio climático. Cuando interferimos de forma salvaje en la naturaleza damos pie a que las especies invadan nuestro terreno. Muchas patologías infecciosas actuales, como el Covid-19, se transmiten por animales cuyo hábitat se ve amenazado. La deforestación, la colonización de espacios naturales, y el contacto humano con animales contribuyen a ello.
A usted la pandemia le pilló mientras escribía el libro…
Lo tenía prácticamente acabado. Tuve que interrumpir todo, y añadir lo que pensaba era pertinente, a raíz de la pandemia. Además tuve la desgracia familiar de perder a mi abuelo. En esas circunstancias, lo profesional queda en segundo plano y prima el tema personal.
Responsabilidad
¿Cree que hemos cambiado, y se han modificado los hábitos de consumo?
Al principio, reconozco que pensaba que muchas cosas iban a cambiar, por ejemplo los vuelos low cost, pero ahí siguen. Lo malo de la crisis del ecosistema, es que se va a quedar aquí, independientemente de que mengue la pandemia. Debemos liberarnos de esa sobrecarga y los mensajes de que compremos productos ecológicos. Hay que llegar a fin de mes, el mercado laboral es precario, y por tanto los gobiernos deben dar ejemplo.
Los ricos se han manifestado sobre “el consumo sin control”.
Me hace gracia ver a Leonardo Di Caprio dando lecciones sobre la forma de consumir, y otros famosos -y ricos- que han levantado la voz. Existe una porción de hipocresía, como los dueños de Apple, Amazon, etc., que hablan. Pero por otro lado es bueno, ya que mucha gente se identifica cuando ve que lo dicen los grandes nombres.
¿Estamos inmersos en una pérdida de valores?
Es un tema muy complejo: estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado. Pero como le decía antes, hay que pedir responsabilidades a los que gobiernan. En los supermercados son más caros los productos menos dañinos y debería ser al contrario, deberían gravarse los que perjudican más al organismo.
¿Cómo ve la deforestación del Planeta?
Muy preocupante pero ¡ojo!, no solo por lo del Amazonas, que es lo que sale más frecuentemente en los medios. También Brasil tiene un ecosistema riquísimo que se está perdiendo. O el preocupante deshielo del Ártico. Pero no se pone tanto el foco en esos lugares. Los suelos cada vez están en peor estado; los bosques se pierden para ceder espacio a nuevas zonas de cultivo, y el sector alimentario cada vez devora más energía. Por si fuera poco, está la alarmante escasez de agua.
¿Está de acuerdo con el periodismo que se practica?
Creo que la profesión debe hacer una autocrítica. Si nos centramos en televisión se busca, en muchas ocasiones, más el morbo que el fondo. Pero no sólo hay que culpar a que el televidente demande esos programas basura de realitys. Estamos en un mundo en que se da por bueno lo que tiene más likes en las redes.
Unas redes que usted utiliza…
Porque no hay más remedio, hay que estar presente para que la gente te conozca y difundir tus opiniones. Pero las redes me han llevado siempre por la calle de la amargura, ya que soy en parte crítica. La generación joven ya ha nacido y crecido con ellas.
¿Qué opinión le merece Greta Thunberg?
Tengo un sentimiento encontrado. Se ha puesto demasiado el foco en todo lo que hace: si coge un coche se le echan encima. Muchos se han fijado más en su persona que en el mensaje que intenta transmitir. ¡Pero ojalá hubieran muchas Gretas!
Dice la publicidad que su libro está escrito con humor, desparpajo y realismo.
El humor es necesario para tratar los temas que abordo. Si consigo arrancar una sonrisa, me doy por satisfecha. Pero ello no quita que esté hecho con rigor: he entrevistado a especialistas de diferentes ámbitos: del sector pesquero o alimentario, y a otros periodistas. Aporto muchos datos, fruto de una ingente labor e investigación.
¿Por qué decidió marcharse a vivir a Alemania?
Deje que primero le explique mi trayectoria profesional. Tras acabar la licenciatura de periodismo, viajé a Latinoamérica en el 2015. Volví a Madrid, trabajando en un gabinete de prensa. Y a la hora de hacer un máster, dadas las dificultades que encuentras en España, vi más factible hacerlo en Alemania. Allí cursé el Máster Internacional Media Studies en Bonn. Y me salió trabajo en el departamento de medioambiente del servicio de radiodifusión internacional Deutsche Well.
Combustibles
También ha escrito sobre bioeconomía: un término algo desconocido para los profanos.
Viene de “biocombustible”. Se trata de pasar del uso de combustibles fósiles a los biológicos. Eso entronca también con la eliminación del pernicioso plástico, la apuesta por las placas solares, etcétera…
Si tuviéramos que ir al supermercado, ¿qué decálogo de buenas prácticas de consumo, nos propondría?
Todo producto puede ser producido de forma sostenible, y el más inocuo de todos, puede generar un inmenso impacto si se produce sin cuidado. Se puede comer carne siempre que se haga de manera consciente, igual que se puede consumir aceite de palma, soja o arroz. Invirtamos la energía, difundida por algunos medios, en demonizar este u otro producto en mejorar la agricultura, y conseguir que producir no sea sinónimo de destruir.
Hoy está de moda ser vegano…
Se ha instalado la creencia de que los veganos son los que más hacen por el planeta, no matan animales, y no contaminan… Pero una puede ser vegana y basar su dieta en aguacates de Chile producidos por una cantidad ingente de agua. O comer a diario quinoa cultivada en Bolivia, donde era la base de la alimentación de las comunidades locales, y ya no la pueden comer por el precio desorbitado que ha alcanzado. Y como digo en el libro “una puede ser vegana y tirar la mitad de la comida comprada porque se fue al Coachella en avión privado y se le olvidó vaciar la nevera, o porque las frutas feas estropean las fotos de Instagram…”.
A eso se le llama cultivar la apariencia.
José R. Palomar
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