Muy Sr. mío:
No le concederé a Vd. los 100 días para recordarle las obligaciones que debe cumplir como servidor de la res publica porque Vd. no es nuevo en estas lides. En su día asumió y desempeñó el cargo de Ministro de Sanidad en un momento nefasto para España y el resto del Mundo pero en nuestro caso nos hemos de ceñir a lo que nos concierne que no es poco. Pues por desconocer aún nos falta saber cuantos fueron los ciudadanos y no ciudadanos que fallecieron en España.
Sin embargo, yo sí sé que uno de los fallecidos fue mi hermano Fernando el menor de los seis hijos que tuvieron mis padres, José María y Juliana en el pueblo de Nalda (La Rioja). Fue muy duro, durísimo, sufrimiento la pérdida silenciosa y a ciegas de su desaparición física pues nadie de sus seres más íntimos pudimos despedirnos ni siquiera de cuerpo presente. Tan solo su único hijo vio sus cenizas. El dolor que el desgraciado momento llegué a sentir se me presenta de continuo, en particular, cuando aparece la figura o la palabra de quien antes de ser el president fuera ministro de Sanidad.
No estamos, al menos yo, complacido/as con su comportamiento ante tan grave situación con su actuación esquiva y huidiza, rozando la cobardía. Y aún nos deben un mínimo recuerdo de los caídos. Como ve Vd. Sr. Illa que los que como yo, que tengo 86 años y he conocido en directo su proceder como Ministro de Sanidad de España que ni supo ni pudo estar como gestor de la res publica en el área de Sanidad a la altura de lo exigible hoy es la persona idónea para presidir la Generalitat de Catalunya, creemos, sinceramente, que ni tiene capacidad para ello ni aptitud para obrar con la rectitud y buena fe de un servidor público que administrará en aras del bien común y en interés de la ciudadanía.
Como, por desgracia, es de ver que la primera actuación que ha realizado es reforzar a un funcionario público que en su día ya faltó gravemente al deber de guardar el orden y la convivencia. No es precisa la cita ad hominem pues es “blanco y en botella”.
Sr. Illa, Vd. no creo que se halle dotado de la idoneidad bastante y suficiente para desempeñar la presidencia que ocupa, cuya entidad requiere una fuerte y estricta convicción de que se ha de gobernar para todos, pues en Catalunya no hay ciudadanos especiales y comunes. Todos somos iguales.
Si Vd. con sus conocimientos que se le presumen y por su decidido afán de conocer la verdad no es capaz de colegirlo, sea honesto y auténtico y renuncie a su desempeño que a priori no creo que Vd. pueda hacerlo.
Rectificar es de sabios y Vd. por oficio ama la sabiduría. No hay cosa más bella. Se lo aseguro.
Claro que Vd. también puede y es lo que hará hacer caso omiso a mi buen consejo. Y yo podré decir que el Sr. Illa no es filósofo sino un simple y desdichado sofista, que abundan en el gremio. Mal de muchos, consuelo de tontos.
Atentamente,
José Julián Tovillas Zorzano
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