La enésima «crisis» entre Junts per Catalunya y el Gobierno de Pedro Sánchez ha quedado, de nuevo, en papel mojado. El secretario general de Junts, Jordi Turull, ha alzado la voz este sábado en Vic, acusando al PSOE de «cargarse la legislatura» por sus «incumplimientos». El tono es duro, pero la amenaza real brilla por su ausencia.
Turull se ha preguntado «qué piensa hacer» Sánchez ahora que ha perdido el apoyo de su partido en el Congreso. La respuesta es clara: seguir gobernando mientras Junts no apriete el único botón que realmente duele en La Moncloa.
El líder de Junts ha evitado, de forma deliberada, promover una moción de censura que podría desalojar al líder socialista. Esta actitud desvela el juego de teatro que se está representando. Si Junts quisiera hacer pagar al PSOE sus supuestos incumplimientos, el camino es directo: aliarse con la oposición para presentar una moción de censura. Es el único gesto que alteraría el actual mapa político y obligaría a Sánchez a dimitir o a convocar elecciones. Turull no lo hace. Y eso lo dice todo.
El dirigente secesionista se limita a recordarle a Sánchez que «quien tiene el botón de elecciones o no-elecciones es el presidente del gobierno español». Es una obviedad que sirve para esquivar la responsabilidad de tomar una decisión que ponga en peligro la legislatura.
La retórica de Junts de que «no se puede hacer política útil» con quien no cumple es un discurso vacío. Su estrategia es mantener viva la tensión para conseguir más réditos, pero sin derribar el tablero. Al final, los votos de Junts siguen siendo el salvavidas que el PSOE necesita.
Turull ha calificado la situación de «insostenible» y ha acusado al PSOE de un «incumplimiento flagrante» de los acuerdos de investidura. Es una queja airada que, sin embargo, no lleva asociada ninguna consecuencia real para el Gobierno central. El «número dos» de Carles Puigdemont utiliza la excusa de la falta de «avances» para justificar el fin de la «estabilidad parlamentaria». Pero la realidad es que esa supuesta inestabilidad no se traduce en el sacrificio político más obvio y efectivo.
Resulta, como mínimo, «curioso», tal y como ironiza Turull, que toda la presión se centre en Junts. Lo verdaderamente curioso es que, teniendo la llave para desbancar a Sánchez, opten por el camino de la guerra de comunicados. Es un pulso calculado para extraer concesiones, no para la ruptura.
El electorado de centro-derecha y no nacionalista en España observa con escepticismo este tira y afloja. La conclusión es clara: la amenaza de Junts es una farsa bien orquestada. El PSOE seguirá en La Moncloa porque el separatismo prefiere la influencia y la negociación constante antes que arriesgarse a un cambio de gobierno que podría cerrarles el grifo de las prebendas.
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