El PSOE ha encontrado en la dimisión de Carlos Mazón la oportunidad perfecta para pedir, con insistencia casi impostada, elecciones autonómicas anticipadas en la Comunidad Valenciana. Los socialistas valencianos claman por “devolver la voz a los ciudadanos”, erigiéndose en adalides de la regeneración democrática. Sin embargo, su fervor democrático parece tener fronteras claras: las de La Moncloa.
Porque mientras el PSOE exige a otros pasar por las urnas, en Madrid Pedro Sánchez se aferra al sillón presidencial con una fragilidad parlamentaria sin precedentes. El Gobierno vive en minoría permanente, ha sido incapaz de sacar adelante unos Presupuestos Generales del Estado desde hace años y sobrevive a base de prórrogas y cesiones a sus socios separatistas. Pero elecciones, ni mencionarlas.
La contradicción resulta evidente. Los mismos dirigentes que en Valencia reclaman un “nuevo impulso” institucional callan ante un Ejecutivo que ya ni siquiera logra acuerdos estables en el Congreso. Los socialistas denuncian “parálisis” en la Generalitat, pero aceptan con naturalidad una parálisis aún más grave en el Gobierno de España.
A esta inconsistencia política se suma la sombra alargada de la corrupción que vuelve a sobrevolar Ferraz. Los casos Koldo, Ábalos o Santos Cerdán han deteriorado la imagen del partido y han reabierto heridas internas que Sánchez intenta tapar con gestos de poder personal. Mientras tanto, las explicaciones siguen sin llegar, y las responsabilidades se diluyen entre comisiones y silencios.
El discurso regenerador del PSOE se desmorona cuando se observa su doble vara de medir. Lo que para los demás es un “imperativo democrático”, para Sánchez se convierte en una maniobra “irresponsable”. Los socialistas reclaman transparencia y urnas en Valencia, pero esquivan cualquier debate serio sobre su propio desgaste político a nivel nacional.
En Ferraz parecen dispuestos a convertir la dimisión de Mazón en una palanca electoral, pero no por convicción democrática, sino por puro cálculo partidista. La estrategia es clara: desviar la atención de la debilidad del Gobierno central y reactivar a una militancia desmovilizada. Sin embargo, el efecto puede ser el contrario: un nuevo boomerang de hipocresía política.
NOTA DE LA REDACCIÓN DE ELCATALÁN: elCatalán.es necesita ayuda para poder seguir con nuestra labor de apoyo al constitucionalismo y de denuncia de los abusos secesionistas. Si pueden, sea 2, 5, 10, 20 euros o lo que deseen hagan un donativo aquí).
necesita tu apoyo económico para defender la españolidad de Cataluña y la igualdad de todos los españoles ante la ley.
















