Para que el separatismo catalán se arrugue hay que plantarle cara, con eso basta. Si la primera vez que a un presidente de la Generalidad se le ocurrió montar el numerito al Rey el Gobierno de turno se hubiera dicho “basta” y hubiera amenazado con suspender la autonomía si seguían los desplantes, nos hubiéramos ahorrado un montón de sufrimiento.
Mientras se les indulte cuando sus dirigentes sean condenados, o se intenten minimizar sus delitos modificando el Código Penal, tendremos que soportar a una banda de fanáticos cada día más crecidos por su impunidad. Así actúa el separatismo, nunca da un paso atrás si no se le obliga a ello.
El independentismo catalán es tan cobarde que una condena por inhabilitación por no retirar una pancarta – al ex ‘president’ Quim Torra – la intentaron convertir en una gesta. Clara Ponsatí solo ha vuelto a España cuando ya no se jugaba la cárcel, solo una inhabilitación. Los secesionistas siguen teniendo mucho peso político en el conjunto de España porque nunca ha habido voluntad por parte de los partidos nacionales de acabar con su influencia.
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