El dominio secesionista del mundo cultural catalán es abrumador. Un mundillo tan clientelar, debido a su dependencia de los presupuestos de las instituciones públicas, es fácil que sea controlado por los que están dispuestos a usar el dinero de los impuestos a cambio de la total adhesión. La duda es si esta hegemonía está creando un cierto ambiente de intolerancia hacia los que no comulgan con el separatismo, y cuál sería la solución.
El crítico literario Miquel Escudero, que colabora en medios como Crónica Global, asegura que el independentismo, “como tal, no tiene por qué ser intolerante. Quienes lo dirigen lo pueden ser. En nuestro caso lo veo así”. Y como respuesta pide “juego limpio -que no lo hay- y un radical respeto personal, que tampoco”.
Más contundente es Óscar Uceda, presidente de la Associació d’historiadors de Catalunya Antoni de Capmany, que cree que sí existe ese ambiente enrarecido, ya que “a medida que se radicaliza el movimiento independentista se vuelve más excluyente y cae en manos de los más intolerantes. Es una máxima que se repite en este tipo de movimientos”. Y la solución que plantea “es sencilla, libertad de ideas, dialogo, debate en igualdad de condiciones y diversidad”.
Miriam Tey, una de las fundadoras de CLAC, matiza sobre las características de esta ideología: “El independentismo es una opción política como otra cualquiera, el auténtico peligro es el nacionalismo porque como en toda construcción de una nación se precisa de un régimen y los excluidos temen represalias”.
“El miedo a pensar es el mayor enemigo de la cultura y la libertad su única garante. Soluciones inmediatas las desconozco. A largo plazo solo nos queda que la sociedad civil siga trabajando con la ayuda de los partidos democráticos y del gobierno”. El portavoz de C’s en el Congreso de los Diputados, y ensayista, Juan Carlos Girauta, defiende que “nacionalismo e intolerancia van de la mano. La lógica amigo/enemigo está detrás del ‘procés’ y, por supuesto, el gran campo de batalla es el espacio público. La cultura es clave. La solución: la crítica al poder, como siempre”.
Por último, una reflexión del presidente de Societat Civil Catalana, Mariano Gomá: “Precisamente la medicina que debería curar la enfermedad del independentismo es la cultura, la cultura y el desarrollo común milenario. Pero cultura y desarrollo con mayúsculas. El separatismo crea un problema pero solo de cultureta de muy pobre y corto recorrido, provinciana y pueblerina. La cultura con mayúsculas es universal y ahí esta nuestra solución”.
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