El socialismo extremeño ha entrado en barrena. Miguel Ángel Gallardo, el secretario general, ha presentado su dimisión ante la ejecutiva regional tras los nefastos resultados obtenidos en las urnas este domingo. La derrota no solo es numérica, sino política, dejando al partido en una situación de extrema debilidad en uno de sus antiguos feudos.
Los ciudadanos han enviado un mensaje nítido que la dirección regional no ha podido ignorar. La dimisión era la única salida digna ante una debacle que deja al PSOE extremeño sin rumbo claro. Desde la calle Ferraz, el discurso oficial intenta suavizar el golpe con buenas palabras. Montse Mínguez, portavoz nacional del PSOE, ha alabado públicamente el «buen trabajo» realizado por el candidato durante la campaña. Según la dirección central, Gallardo dio la cara y no se escondió en ningún momento.
Sin embargo, los elogios de Madrid contrastan con la cruda realidad de los datos. El intento de blindar la imagen del candidato parece más una maniobra de distracción que un análisis serio. La autocrítica brilla por su ausencia en la cúpula nacional, que prefiere centrarse en las formas y no en el fondo del rechazo electoral.
En la propia Extremadura, las voces críticas han sido mucho más contundentes y realistas. Miguel Ángel Morales, presidente de la Diputación de Cáceres, no ha dudado en calificar los resultados como un «auténtico desastre». Sus palabras reflejan el sentir de una base que ve cómo el partido pierde la conexión con la calle.
Morales ha subrayado que el fracaso es incuestionable y que no admite ningún tipo de maquillaje. Para el dirigente cacereño, la ciudadanía ha hablado con claridad y el PSOE debe reaccionar de forma inmediata. Esta fractura interna evidencia que el optimismo impostado de Ferraz no convence a los cuadros regionales.
La salida de Gallardo marca el inicio de una etapa de incertidumbre y reconstrucción. El partido pondrá en marcha una gestora para pilotar la transición hasta la celebración de un congreso extraordinario. Este órgano tendrá la difícil tarea de coser las heridas abiertas por el descalabro en las urnas.
El socialismo en Extremadura necesita ahora encontrar un nuevo liderazgo que sea capaz de recuperar la confianza perdida. La sombra del sanchismo y el rechazo a las políticas nacionales parecen haber lastrado las opciones de Gallardo. El votante extremeño ha castigado una gestión que percibe alejada de sus intereses primordiales.
La fecha del próximo congreso será determinante para marcar el nuevo rumbo de la formación. No será fácil articular una alternativa sólida mientras el partido siga sumido en una crisis de identidad. La urgencia por renovar las caras y el discurso es total si quieren volver a ser competitivos.
Extremadura deja de ser un pilar seguro para Pedro Sánchez en el mapa autonómico. Esta dimisión es el síntoma de una enfermedad más profunda que afecta a las siglas del PSOE en toda España. Sin autocrítica real y cambios profundos, el socialismo corre el riesgo de volverse irrelevante en sus territorios históricos.
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