Miguel Ángel Gallardo ha formalizado su renuncia como secretario general del PSOE regional tras el batacazo sin precedentes en las urnas este domingo. Con una pérdida sangrienta de diez diputados —pasando de 28 a apenas 18—, el candidato ha sucumbido a la realidad de los datos, aunque su salida dista mucho de ser una retirada plena de la vida pública.
En un ejercicio de equilibrismo político, Gallardo ha anunciado que deja el mando orgánico pero conserva su acta de diputado en la Asamblea de Extremadura. Esta decisión no es baladí ni responde únicamente a un compromiso con sus votantes. Al mantener el escaño, el dirigente socialista se asegura la protección del aforamiento, un escudo jurídico vital dado su procesamiento judicial por el polémico fichaje del hermano de Pedro Sánchez en la Diputación de Badajoz.
Durante su comparecencia, el todavía diputado ha preferido disparar contra el mensajero antes que entonar un mea culpa sincero. Gallardo ha culpado directamente a los que denomina «pseudomedios» de su estrepitosa derrota electoral. Resulta sorprendente que, ante la pérdida de más de 100.000 votos, la explicación oficial del candidato se reduzca a una supuesta persecución mediática y no al rechazo frontal de los extremeños a su gestión y a sus sombras judiciales.
Gallardo ha intentado barnizar su dimisión de heroísmo, afirmando que trabajar en opciones de izquierda es, en ocasiones, «casi heroico». Sin embargo, el heroísmo poco tiene que ver con una estrategia de supervivencia que le permite seguir aforado mientras su partido se desangra. La militancia asiste atónita a un repliegue que parece diseñado más para blindar su situación personal que para facilitar la renovación urgente que necesita la federación.
Desde el entorno del partido en la región, la sensación es de fin de ciclo absoluto. La estrepitosa caída de 15 puntos en porcentaje de voto ha dejado al PSOE extremeño en niveles de apoyo históricos por lo bajos. Ya no valen las excusas ni los ataques a la prensa; la ciudadanía ha dictado sentencia sobre una candidatura que nació lastrada por la sospecha y que ha terminado por hundir uno de los pilares del socialismo español.
La cúpula nacional en Ferraz, mientras tanto, observa con incomodidad un escenario que ya no puede controlar mediante proclamas de resistencia. La dimisión «a medias» de Gallardo deja al partido en Extremadura en manos de una gestora y ante un congreso extraordinario que se prevé de alto voltaje. La transición será dolorosa, especialmente porque el líder saliente seguirá presente en el grupo parlamentario, condicionando con su sombra cualquier intento de pasar página.
Resulta irónico que quien hace unos meses proponía debatir la retirada de los aforamientos – Gallardo – sea hoy quien más se beneficia de ellos. Esta incoherencia ha sido castigada en las urnas por un electorado que no ha comprado el relato de la conspiración. Los extremeños han percibido que la prioridad de Gallardo no era la Junta, sino encontrar un refugio parlamentario ante el avance de las causas judiciales que le acechan.
El mensaje de las urnas es también un aviso para navegantes en el resto de España. El uso de las instituciones como parapeto legal tiene un límite electoral que el PSOE ha traspasado en Extremadura. La caída de diez escaños es la respuesta a una forma de hacer política que antepone el blindaje de los dirigentes a la transparencia exigible en democracia.
Ahora se abre un periodo de incertidumbre donde el socialismo extremeño deberá decidir si rompe definitivamente con el pasado o si permite que la herencia de Gallardo siga lastrando sus opciones de futuro. La «conciencia tranquila» de la que presume el exsecretario general contrasta con la preocupación de miles de militantes que ven cómo su partido se ha vuelto irreconocible bajo este tipo de liderazgos.
Extremadura ha dejado de ser el granero de votos del PSOE para convertirse en el espejo de su decadencia territorial. La dimisión de Gallardo es el primer paso de una purga necesaria, pero su permanencia en la Asamblea empaña cualquier gesto de asunción de responsabilidades.
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