En un Estado de derecho como el español, todos los ciudadanos son iguales ante la ley sin discriminaciones de ningún tipo. Ni el color de la piel, ni la religión, ni el sexo pueden justificar ninguna desigualdad. Todos sin excepción, somos soberanos (propietarios) por igual de nuestro país.
Cuando desde el independentismo catalán se reivindica el derecho a decidir, de facto exigen el derecho de una parte del conjunto de los ciudadanos a escoger la parte del Estado que ellos consideren oportuna y quedársela negando el derecho de soberanía al resto de los propietarios del Estado.
Según ellos, el “catalán” es la excepción a la regla. Les pondré uno ejemplo; si un colectivo blanco de Alabama exigiera una secesión de parte de su territorio argumentando que su cultura es totalmente diferente a la de la población negra, que tienen mayor poder adquisitivo y que perdieron sus privilegios por la fuerza de las armas (la guerra de Secesión), dicho movimiento seria tildado de racista desde el minuto uno y con razón.
Ciertamente y desde la distancia, la comunidad blanca de Alabama es más rica y culturalmente diferente de la comunidad negra, mucho más pauperizada. Sin duda la Confederación perdió la guerra y aunque por desgracia ello no supuso una igualdad de derechos entre ambas comunidades hasta los años 60 del pasado siglo; marcó el fin de la esclavitud y abrió las puertas a que en 2009 un negro llegara a convertirse en presidente de los EE.UU.
Hoy en España, observo estupefacto como un movimiento de marcado carácter hispanófobo pretende separar a los ciudadanos de una nación democrática y moderna según su etnia. Otorgando derechos a unos y negándolos a otros.
Charnego, ñordo, español de mierda… entre el independentismo más exaltado son exabruptos de uso habitual generados por años de adoctrinamiento por tierra, mar y aire. He llegado a escuchar en conferencias supuestamente académicas que el problema de convivencia entre catalanes y españoles radica en que el español es un ser incapacitado para vivir en democracia. Argumentaban que es un ser de naturaleza violenta y que cuanto más lejos mejor. El mismo Presidente Torra, en un pasado no muy lejano, ha regurgitado arcadas de tinta que rezuman hispanofobia y odio.
Sorprende que en pleno siglo XXI, gente formada y leída pueda verter comentarios hispanófobos sin darse cuenta (o sí) que es un tipo de xenofobia como cualquier otra. Irónicamente, parece que de la misma manera que el “catalán” es el único sujeto exento del articulo 14 de la constitución para los independentistas; la hispanofobia no está considerada como un tipo más de racismo y xenofobia porque a entender de este tipo de discriminadores, entre los seres humanos que habitan este planeta, el español es una bestia con forma humana que no puede ser considerada como un igual.
En el fondo, el independentismo catalán no quiere separarse sólo de España, quiere alejarse de los españoles de este y el otro lado del Ebro. Dirigir sus odios contra eufemismos como “Estado Español” o “Madrid” es un señuelo destinado a no desenmascarar sus verdaderas intenciones. El poder del Estado español emana del pueblo español, sus dirigentes son los que el pueblo ha escogido democráticamente ergo el problema son los españoles.
Hace unos días llegó a mis manos un video que se está moviendo por redes sociales donde un grupo de constitucionalistas disfrazados de reporteros se infiltraron en la manifestación del 11 de septiembre preguntando al respetable si verían con buenos ojos un referéndum después de la independencia para la expulsión del par de millones de españoles que quedarían en Cataluña. La mayor parte de las reacciones fueron aterradoras y aún retumba en mi cabeza la respuesta de uno de los manifestantes: Si hem de votar, votarem!, ¡si hemos de votar, votaremos!
Saque el lector sus propias conclusiones…
Óscar Uceda Márquez. Presidente de la “Associació d’historiadors de Catalunya Antoni de Capmany”
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
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