Entiendo que la epístola que Francesc de Carreras dirigió a Albert Rivera con fecha del 14 de junio pasado, publicada dos días después en el diario El País, es en el fondo el apercibimiento, más autoritario que autorizado, de un tutor a su pupilo.
Albert, no te comportes como un adolescente caprichoso y, por favor, piensa en los intereses generales de España. Sabes que te aprecio.
No cabe duda de que el prestigioso jurista Francesc de Carreras ha tenido mucho tiempo y muchas ocasiones para pensar y actuar en defensa de los intereses generales de España y los españoles. Por ejemplo, denunciando la dictadura implantada de manera encubierta pero implacable, hace ya décadas, en Cataluña por la burguesía condal, la misma a la que él pertenecía y pertenece.
Como debe saber y sabe muy bien el señor De Carreras, la implantación de esa dictadura encubierta pero implacable, de cuño burgués, estuvo precedida por la usurpación, a todas luces ilegítima e ilegal, de las instancias de decisión y representación de la Comunidad Autónoma de Cataluña por parte de las fuerzas separatistas integradas/organizadas en un frente unitario, presuntamente nacional, ya antes de que se celebraran las primeras elecciones formalmente democráticas en España (1).
Me permito apostillar aquí que el separatismo catalán, siempre vinculado a la clase dominante por burgués, renace y se refunda en el seno del franquismo, momento en el que renuncia a su identidad y proclama su anticomunismo con manifiesta y plena convicción (falsa buena conciencia), aunque la adhesión al régimen en su conjunto sea en rigor una concesión táctica impuesta por el instinto de supervivencia.
Por lo tanto, imagino que el señor De Carreras sabe igualmente que todas las instituciones autonómicas de Cataluña son, en razón de su origen, ilegítimas e ilegales (conjura con fraudes de ley en cadena).
Y, aunque los conjurados se hayan empeñado y se empeñen obstinadamente en ocultarlo, el señor De Carreras sabe asimismo que en Cataluña hay dos comunidades lingüísticas: una comunidad minoritaria y opresora de lengua catalana y una comunidad mayoritaria y oprimida de lengua española.
Por último quiero pensar que el señor De Carreras, con manifiesta vocación de pedagogo, sabe sobradamente que, desde hace años, la Generalidad de Cataluña ha impuesto en todos los centros docentes bajo su jurisdicción una inmersión en lengua catalana que, por obligatoria y excluyente, constituye un atentado gravísimo contra derechos fundamentales del ser humano como es el derecho de éste a recibir enseñanza en la lengua materna, de manera especial durante los primeros años de su vida escolar.
Pienso que, si el señor De Carreras se viera con ánimos, podría escribir una misiva al jefe del Gobierno español, con copia al presidente de la Generalidad, denunciando la situación política y social que se vive realmente hoy en Cataluña, situación tan injusta como antidemocrática que se ha venido fraguando durante las últimas décadas.
Ahí, sin ninguna duda, podría poner a contribución sus conocimientos jurídicos y prestaría un servicio de transcendencia histórica a España y, muy especialmente, a los españoles de Cataluña, pero por encima de todo a la justicia social en sentido amplio y profundo.
Yo, perseguido y oprimido, considero que he hecho mi parte, pues he formulado mi denuncia.
Por Ramón Íbero
(1) Si hablo aquí de separatismo, y no de nacionalismo, es porque entiendo que lo que hay en Cataluña es esencialmente un movimiento burgués. A mi modo de ver, sus apoyos cívicos terminan por abajo en la pequeña burguesía o menestralía, vinculada tradicionalmente a Esquerra Republicana. Entiendo que el proletariado industrial, siempre urbano y sin raíces en la tierra, rechaza a la burguesía y es rechazado por ésta.
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