Cada año muchos catalanes abandonan su tierra para vivir sin tener que aguantar las políticas de exclusión y odio del separatismo. Cataluña ya hace décadas que no es tierra de acogida, porque ERC, Junts, la CUP y los comunes la han convertido en una tierra desagradable con sus políticas excluyentes, desde el Palau de la Generalitat o desde el Ayuntamiento de Barcelona.
Por eso no quieren venir ni médicos, jueces, ejecutivos o profesores del resto de España. No quieren amargarse la vida ni amargársela a sus hijos. El sectarismo separatista es tan evidente, desde el adoctrinamiento en las escuelas a los insultos a los que defienden el uso del español, que muchos prefieren evitar residir en Cataluña.
Para detener este deterioro constante de la convivencia en Cataluña es imprescindible desalojar al separatismo del poder. Pero estamos viviendo la situación contraria, desde el Gobierno de España se sigue reforzando a unos líderes instalados en un golpe de Estado permanente.
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